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Singapur: el país que “nunca debió ser”

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El 9 de agosto de 1965 Singapur se convertía en el primer país que lograba la independencia en contra de su voluntad. Tras dos años de malograda unión con Malasia, su primer ministro, Lee Kuan-Yew, comparecía con lágrimas en los ojos para anunciar la independencia de la pequeña isla. Sin recursos naturales, y con una superficie limitada (apenas 700km2), Singapur ni siquiera disponía de agua potable. Con 126 votos a favor y ninguno en contra, el parlamento malayo había aprobado expulsar a la isla, dejándola sola ante el mundo y afrontando un panorama desolador.

singapur en 1970
Singapur en 1970 | Expat Living

La historia de Singapur es reciente. En la década de 1820 los británicos, comandados por Sir Stamford Raffles, compraron la isla al sultán malayo de Johor, con la finalidad de construir un enclave que pudiera ser habitable y generar beneficios dada su privilegiada posición geográfica. Ubicada en el extremo sur del estrecho de Malaca, la isla apenas había estado ocasionalmente poblada por partidas de piratas chinos y malayos que solían utilizarla como refugio durante el monzón. Valiéndose de mano de obra importada de la India, de los sultanatos malayos y de China, las nuevas autoridades coloniales construyeron un puerto que pronto se convirtió en escala ineludible para la mayoría de buques que navegaban entre el Índico y el Pacífico. En su interior, un complejo industrial con un astillero que, para la década de 1930, albergaba uno de los mayores diques secos del mundo. Singapur floreció como un importante centro comercial, sostenido por una sociedad cosmopolita. Gran Bretaña apuntaló su proyecto blindando la isla con una red de fortines y búnkeres de hormigón armado que la convertían en un bastión virtualmente inexpugnable.

Contra todo pronóstico, con el estallido de la II Guerra Mundial la ciudad cayó tras apenas una semana de asedio, no siendo los aliados capaces de recuperarla hasta la rendición de Japón, en el verano de 1945. Tras tres años de ocupación, los británicos regresaron a Singapur para encontrársela sumida en el caos. La pequeña isla se había convertido en un hervidero de violencia y hambre, donde las bandas organizadas y el desempleo hacían estragos. Habiendo agotado su crédito y prestigio como benefactor de sus territorios de ultramar, Londres llegó a la conclusión de que la mejor opción pasaba por concederle al territorio un régimen de autogobierno dentro de su aparato colonial. Así, en 1959, Singapur celebró sus primeras elecciones, que llevaron al poder al People’s Action Party (PAP) de Lee Kuan-Yew, un abogado de origen chino formado en Cambridge.

lee kuan yew mitin 1963
Primer Ministro Lee Kuan Yew hablando en un mitin del Partido de Acción Popular en 1963 | ST FILE

Desde el principio, el gabinete de Lee fue recibido con desconfianza. Sus inclinaciones izquierdistas aterrorizaban a los grandes empresarios de la isla y a la minoría de residentes europeos. Al otro lado del canal de Johor, su elección causó pánico en Malaya, donde el gobierno de la excolonia británica (que había obtenido la independencia en 1957), estaba haciendo frente a una violenta insurgencia comunista dirigida, principalmente, por miembros de la minoría china. No sorprende, por tanto, que los deseos de Lee por lograr la adhesión de Singapur a Malaya no suscitaran un gran entusiasmo. No obstante, el desencanto era mutuo. Las élites empresariales singapurenses consideraban a Malaya poco más que una tierra de labradores atrasada en la que comprar materiales, y desconfiaban de la realeza musulmana local. Peor aún, dentro del propio PAP, el sector más izquierdista se mostraba igualmente contrario a la unión, considerando que el partido en el poder en Kuala Lumpur (la ‘Organización Nacional de los Malayos Unidos’), furibundamente anticomunista, trataría de buscar la ilegalización de su partido tras la adhesión. Para complicar aún más las cosas, el poder económico que tenía la minoría china de Malaya hacía temer la pérdida total del control comercial y, progresivamente, del poder político a las elites musulmanas si un lugar tan poblado (y por chinos) como Singapur pasaba a integrarse en su estado.

Aún con todo, Lee consideraba que los lazos históricos y comerciales entre ambos territorios hacían patente que el futuro estaba en la adhesión. Además, ésta era en sí una necesidad para Singapur. Su carencia de recursos y el crecimiento exponencial de su población hacían imperativas la eliminación de los aranceles y la creación de empleo. Cuando a comienzos de la década de los sesenta el Borneo Británico anunció que se adheriría a Malaya tras su independencia, Singapur reanudó sus demandas con mayor insistencia. Lee adujo que, al igual que Singapur, el norte de Borneo era un territorio diverso desde el punto de vista étnico y religioso, en el cual vivían también unas minorías china e india considerables. Sin embargo, y a pesar de que incluso la mayoría de los ciudadanos de uno de sus dos estados fuesen cristianos (Sarawak), desde el punto de vista lingüístico y cultural eran malayos, lo cual suavizaba su integración. Así las cosas, el 16 de septiembre de 1963, con la bendición de Londres y la aprensión de Kuala Lumpur, Singapur se unió a Malaya y el Borneo Septentrional para crear un nuevo estado: Malasia.

Las tensiones entre la isla y el resto del país fueron en aumento a medida que las diferencias entre territorios y comunidades se tornaban insalvables:

1- Mientras Malasia era una nación en la que los malayos o ‘melayus’ eran la etnia dominante (con unas minorías chinas e indias fuertes y adineradas) en Singapur la población de origen chino representaba a más del 70% de los habitantes (los malayos apenas rondaban el 10%). Con la aprobación del Artículo 153 de la constitución de Malasia, que otorgaba ventajas fiscales y sociales a la mayoría ‘melayu’, el grueso de la sociedad de Singapur comenzó a tornarse intranquila.

2- En medio de una gran controversia, el malayo había logrado imponerse como la única lengua oficial de Malasia, algo a lo que no terminaba de acostumbrarse el singapurense medio. Hasta 1963, el inglés había sido la única lengua con el título de “oficial” en la isla.

3- Singapur había logrado superar la década de los cincuenta en un estado de paz relativa pese a las frecuentes huelgas. Por el contrario, la independencia de Malasia había estado precedida de una guerra civil en la que el Partido Comunista Malayo, controlado por miembros de la comunidad china, había tratado de derrocar a la realeza local para construir un estado izquierdista de partido único tras la marcha de los británicos. Ello incrementó la desconfianza y el rechazo hacia los ciudadanos de origen chino en amplias regiones del país.

4- Pese a ello, el grueso de ciudadanos chinos de la antigua Malaya y, especialmente los más acaudalados, consideraban al PAP extremista y preocupantemente afín a ideologías socialistas. Por ello, y a pesar de su enorme popularidad en Singapur, el partido de Lee Kuan-Yew jamás consiguió cosechar una cantidad decente de votos en el resto de regiones del nuevo estado. En su única participación en unos comicios en Malasia (1964) obtuvo unos discretos resultados, logrando apenas 42.000 votos (casi todos en Singapur) entre un censo de 2,6 millones. Ello tan sólo les daba 1 de los 159 asientos de la Cámara de Representantes, el Dewan Rakyat.

singapur en 1950
Singapur en la segunda mitad del siglo XX | Blogger

La relación entre el gobierno central y la isla tocó fondo cuando, en 1964, y con la finalidad de evitar la basculación del poder, el gobierno del nuevo estado introdujo varias medidas para contener el progreso económico de Singapur. La más ulcerante de ellas fue la negativa a eliminar los aranceles sobre la importación de determinadas materias primas. Como represalia, los bancos de Singapur se negaron a conceder préstamos a varios territorios del país para financiar sus proyectos de desarrollo. En la creciente espiral de rivalidad y desconfianza, a finales de ese mismo año, el gobierno de Kuala Lumpur ordenó la disolución de la rama singapurense del Bank of China, acusando a sus líderes de financiar a organizaciones comunistas. Las protestas en la ciudad pronto desembocaron en unos disturbios raciales que se expandieron por todo el país. Ante esta situación, el primer ministro malayo, Tunku Abdul Rahman, determinó someter a votación la expulsión de Singapur para (según él) poder salvar Malasia.

A día de hoy, tanto Singapur como Malasia tienen un PIB similar (en torno a 370mil millones de dólares). Sin embargo, el hecho de que Malasia sea un estado de 32millones de habitantes mientras que Singapur apenas supera los cinco, hace que la diferencia en renta y en nivel de vida entre ambos sea abismal. Con unos $65.600 por habitante al año, Singapur es, de hecho, el país con la mayor renta per cápita de Asia, muy por delante de Japón ($40.200) o Corea del Sur ($31.800). Pocas dudas caben de que, aún con todo, la separación le ha resultado enormemente beneficiosa a una ciudad-estado que, con el tiempo, se ha consagrado como un centro financiero, comercial y de alta tecnología de primer nivel. ¿Cómo es posible?

Atraer la inversión extranjera pronto se convirtió en una necesidad vital (Singapur aún hoy sigue importando su agua potable de Malasia) para combatir el desempleo (que rondaba el 12% en 1966) e impulsar proyectos de urbanismo. Para ello, los líderes del nuevo país viajaron por el mundo a lo largo del siguiente lustro ofreciendo exenciones fiscales de diez años a todos los inversores. Desde comienzos de los sesenta, el principal proyecto en infraestructura de Singapur estaba en Jurong, una marisma inhóspita en el límite occidental de la ciudad, que estaba siendo drenada para construir un gran parque industrial. Durante años, Kuala Lumpur había obstaculizado y retrasado el despegue del proyecto, solicitando de los bancos singapurenses créditos para desarrollar los estados de Perak, Terengganu, Sabah y Sarawak. Con la independencia, los bancos de la ciudad pudieron al fin concentrar sus esfuerzos en acelerar la empresa, que albergaría a la tercera mayor refinería de petróleo del mundo y a uno de los principales centros de reparación de buques. Así, Singapur comenzó a importar ingentes cantidades de crudo de Oriente Medio, a procesarlas en Jurong y a exportar la gasolina y el diésel resultantes. Con la maquinaria bélica estadounidense a pleno rendimiento en el vecino Vietnam, y con las industrias de Japón, Taiwán y Corea del Sur necesitadas de carburantes, el combustible singapurense no tuvo dificultades a la hora de encontrar clientes fiables. Los beneficios generados se invirtieron en dos terrenos principales: la mejora de infraestructuras y la educación (a la cual se destina un 20% del presupuesto anual). En este último punto las autoridades nacionales obtuvieron notables éxitos. Singapur posee las mejores universidades del sudeste de Asia y, con un cociente intelectual medio de 108, los singapurenses pueden presumir de ser la nacionalidad “más inteligente” del mundo. También son una de las más plurilingües, pues el país tiene cuatro lenguas oficiales (inglés, mandarín, malayo y tamil), si bien la mayoría de ciudadanos suelen hablar “apenas” dos de ellas. Paralelamente, se procuró la distribución de la vivienda en cada distrito en base al porcentaje representado por cada comunidad étnica, evitando así la creación de guetos.

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Buques mercantes aproximándose a la costa de Singapur | Splash

Ante la amenaza de que un nuevo gobierno en Malasia pudiera optar por invadir militarmente Singapur y anexionárselo eliminando sus anteriores privilegios (o de que lo hiciera Indonesia en el contexto de la ‘Konfrontasi’), el gobierno de Lee se aprestó a instaurar un servicio militar obligatorio de dos años para todos los varones que todavía se mantiene. Contactando con asesores israelíes para entrenar a sus nuevas fuerzas armadas, las autoridades nacionales optaron por un raudo acercamiento al bloque occidental para procurarse aliados en la escena internacional y material bélico de primera calidad. Así, la Royal Air Force británica logró mantener su presencia en la isla hasta 1971, mientras que la US Navy pudo utilizar los puertos de la ciudad de manera habitual hasta 1976. Actualmente, Singapur dispone de una de las fuerzas aéreas mejor preparadas de Asia, con más de 100 aeronaves de combate (la mayoría de los modelos F-16 y F-15), así como de una marina dotada de 6 fragatas de últimas generación y 8 submarinos. Su inmediata entrada en la ONU (a escasos tres meses de su independencia), la Commonwealth y la ASEAN procuraron, de manera gradual, una mejora en las relaciones con sus vecinos.

En los últimos años la economía de la ciudad-estado viene apostando de manera fuerte por las altas tecnologías y la elaboración de componentes informáticos de alta calidad. Consagrada ya como un centro de conexión, finanzas y comercio de primer nivel (su aeropuerto internacional puntúa de manera consistente como mejor del mundo casi todos los años y su puerto es el segundo con más tráfico), Singapur viene también centrando parte de sus esfuerzos recientes en la atracción de talentos foráneos. Así mismo, y pese a que el PAP mantiene de manera continua su monopolio en las cámaras del gobierno y el estado tiene un control parcial sobre una quinta parte de la capitalización en bolsa, el respeto a las prácticas liberales sitúa al país como el más fácil del mundo para emprender negocios y a su economía como la más competitiva. Todo ello ha contribuido a alumbrar un proyecto a menudo definido como “El milagro del estrecho”. Sin embargo, Singapur no es ningún milagro. De hecho, la pequeña isla casi siempre ha tenido el devenir histórico en su contra. Lo que sí es, por el contrario, es un fiel ejemplo de los dividendos que el estudio, el trabajo y la perseverancia pueden generar, máxime cuando una sociedad ilustrada y unida está capitaneada por un gobierno transparente y volcado en el progreso nacional.

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Singapur en la actualidad | NDP

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