La tensa relación entre EE.UU. y México nunca ha sido sencilla de analizar.
Geográficamente, EE.UU. es un país al que protegen dos enormes océanos por el este y por el oeste. Si se mira hacia el norte, un Ártico escasamente poblado no supondría, a priori, una amenaza sustancial. Como afirma Robert D. Kaplan en La venganza de la geografía, “Estados Unidos es, prácticamente, una nación isleña […]. La única amenaza procede del sur: la fuerza demográfica mexicana.” Es, concretamente la geografía, la característica que marca la diferencia en las relaciones entre Washington y Ciudad México.
Un total de 3.142 km transcurren desde el Pacífico hasta el Golfo de México. Esto ha planteado un verdadero desafío con el transcurso de las diferentes administraciones estadounidenses y mexicanas. Desde hace varias décadas, el control de la frontera ha sido un aspecto sustancial en la diplomacia entre estos dos países norteamericanos.
El nuevo inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden, conoce muy bien la importancia geoestratégica de México. De las últimas veces que se recurrió al papel fronterizo del país azteca fue en 2019. En ese entonces, Trump, utilizó las disuasorias armas económicas de las que dispone una potencia como EE.UU., amenazó al ejecutivo mexicano con aumentar los aranceles a sus productos si no se producía un control efectivo de los migrantes centroamericanos en la frontera sur entre México y Guatemala.
Bases de la tensa relación entre EE.UU. y México de los próximos 4 años
Dentro de la variedad de temas que se abordarán en este periodo de tiempo en relación con la política, la economía, la sociedad y la cultura; se pueden destacar tres importantes pilares que llevan marcando la agenda EE.UU. – México durante varios años: migración, seguridad y comercio.
Dentro de la complicada relación entre EE.UU. y México, la migración copa la atención de la Casa Blanca. La enorme frontera común y su gestión siempre será un tema central en el debate diplomático de estos países.
Además, una nación de destino para millones migrantes como lo es Estados Unidos, debe enfocar su atención en tratar de abordar la situación de la manera más efectiva. Por este motivo y como primeros movimientos, Biden ya ha puesto fin al levantamiento del famoso muro de Trump –antes de su mandato ya había construidos 1.050 km de barrera–.
Aseguró que dará protección al programa llamado Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés), que protege de la deportación a los migrantes que llegaron a EE.UU. como indocumentados siendo niños. Además, dará alternativas para legalizar a 11 millones de personas que se encuentran en situación irregular en el país.
Es importante mencionar que, a pesar de este cambio de rumbo, los recientes presidentes estadounidenses han mantenido una política migratoria sumamente estricta, por lo que muy probablemente, Joe Biden no sea la excepción.

Dentro de la complicada relación entre EE.UU. y México, está el tema de la seguridad. Es bien sabido el grave problema de violencia que se vive en México. Retrocediendo, de nuevo, unos años atrás, Donald Trump sorprendió al mundo al querer declarar al narcotráfico como grupo terrorista ya que las implicaciones de tener un Estado vecino al que grupos armados disputan el monopolio de la violencia y el poder, afecta de manera directa a la seguridad nacional norteamericana.
De la misma forma, Biden pondrá el foco de atención sobre el narcotráfico y los peligros que se derivan del mismo. La diferencia versará sobre el nivel de intervencionismo o presión que se ejerza de norte a sur para controlar la situación.
Y, por último, el comercio. En diciembre de 2019 entró en vigor el nuevo tratado de libre comercio (T-MEC) entre México, Estados Unidos y Canadá, que modificó algunas cuestiones del anterior TLCAN, como los acuerdos en el sector automotriz; el reforzamiento de la normativa laboral y ambiental; y la formulación de nuevas propuestas para regular el comercio del acero y las biomedicinas.
Como dato llamativo, el T-MEC tendrá una duración de 16 años, pero estará sometido a revisión cada seis, lo cual dará a los tres ejecutivos nacionales la potestad de sugerir cambios en el acuerdo.

Andrés Manuel López Obrador y Joe Biden
En cuanto a la relación entre Obrador y Biden, cabe resaltar que ya se han encontrado anteriormente. Específicamente, la reunión tuvo lugar cuando AMLO era precandidato presidencial y Joe Biden era vicepresidente de EE.UU. bajo el mandato de Obama en el 2012. En aquella cita, el actual presidente de la República Mexicana, expresó su preocupación por la posible intervención estadounidense en las elecciones de aquel año.
Curiosamente, en el último encuentro entre los ahora presidentes en marzo de 2021, Andrés Manuel López obrador volvió a hacer hincapié en la no intervención de Estados Unidos en los asuntos nacionales mexicanos.
Muy probablemente, veremos ciertos cambios en la relación y, sobre todo, en la comunicación entre ambos gabinetes. Del histriónico Trump, pasaremos a ver a un Joe Biden mucho más sosegado en sus mensajes, pero con el objetivo claro de mantener el interés de Estados Unidos sobre cualquier tema.
Hay que remarcar que durante el mandato de Donald Trump la relación con AMLO fue ambigua en la medida en que los dos gobiernos procuraron mantener las distancias asumiendo, ambos, una marcada tendencia nacionalista en sus respectivos países, pero como ya mencionamos, el estrecho vínculo que une a estas naciones hizo que la cooperación y el diálogo fueran imperativos.

Es en esta parte donde mercería la pena recordar una frase que ha mencionado Biden en varias ocasiones: “America is Back.” ¿Quiere decir esto que estamos ante una vuelta de política exterior entrometida en asuntos ajenos al país?
Todavía es pronto para hacer una declaración de estas dimensiones. Habrá que prestar mucha atención a los movimientos que se realicen desde Washington en relación con otros Estados. Lo que es seguro es la continuidad en el tiempo de la complicada relación asimétrica entre EE.UU. y México.