Como bien se sabe, los medios de comunicación desempeñan un rol fundamental en la actualidad. Donde el flujo de información que llega a los millones de receptores alrededor del mundo es constante e instantáneo. A pesar de que no seamos conscientes, es en este punto donde surge un dilema al que nos enfrentamos todos como sociedad.
El periodismo es entendido como el ejercicio profesional que engloba las actividades de investigación, obtención, elaboración y difusión de información con carácter noticioso de interés para el público. Y está, quizá, obviando uno de los pilares clave para el desarrollo de esta profesión.
Si lo que recibimos sucede de manera rápida surgen varias preguntas. ¿Dónde está el tiempo que un profesional del periodismo invierte en indagar, contrastar, verificar y decidir si publicar una información?

La demanda de inmediatez en el mundo de la información provoca que muchas veces se divulguen noticias sin el previo reconocimiento de la fuente o de la exactitud de la misma. De hecho, el periodismo se diferencia de otras modalidades de informar en que la investigación durante la labor periodística se basa en constatar, repasar y analizar minuciosamente los acontecimientos antes de publicarlos.
Aparece aquí el dilema. Dónde dar tiempo a los informadores para realizar el trabajo previo a difundir noticias. Asumiendo que la inmediatez pasará a un segundo plano. O, por otro lado, continuar recibiendo un sinfín de información a través de los medios de comunicación. Alimentando la saturación de noticias diarias que diferentes medios comparten a través de sus plataformas. Lo que abre la puerta y genera el contexto idóneo para que se produzca un fenómeno del que se lleva hablando desde el siglo pasado y que en la actualidad es utilizado para beneficio de gobiernos, instituciones o multinacionales, es decir, la desinformación. Fenómeno que en momentos de crisis puede llegar a ser utilizada como un arma decisiva.
Y, precisamente, con el modelo periodístico de respuesta a situaciones, esto es, la regla de las 5W (Who, What, Why, When, Where); haremos la explicación en torno a la desinformación. Precisamente, en un momento tan crucial para la humanidad como lo es la crisis sanitaria que ha generado el Covid-19 alrededor del mundo:

¿qué?
La desinformación puede ser definida como “la difusión intencionada de información no rigurosa que busca minar la confianza pública, distorsionar los hechos, transmitir una determinada forma de percibir la realidad y explotar vulnerabilidades con el objetivo de desestabilizar.” Un mecanismo que se emplea, en la gran mayoría de los casos, a través de los medios de comunicación. Mismos que informan de tal manera que produce un efecto en el público receptor de esa noticia para inclinar la opinión de la audiencia hacia una postura u otra.
A raíz de la situación que sufre el planeta enfrentándose al coronavirus originado en China, se han multiplicado las noticias que circulan a través de la red en donde se culpa de esta crisis a diferentes actores. Por ejemplo, en Estados Unidos, el abogado protestante Jerry Falwell Jr. sugirió que Corea del Norte podría ser responsable de COVID-19. Desde China, un alto funcionario del gobierno de este país afirmó que los soldados estadounidenses llevaron el virus al gigante asiático. O que Estados Unidos creó el virus para contrarrestar las actividades de Irán y China.

Con estas declaraciones, alcanzan el objetivo para lograr desestabilizar un país o culpabilizar al mismo del origen de un mal. En beneficio del actor que haya conseguido que esa (des)información tenga un impacto en la sociedad. Siguiendo con el caso específico de la pandemia creada por el Covid-19, se ha presentado, además, un caso que incita a pensar de una u otra manera según se informe a la población.
Por esto: ¿La transparencia que tiene un gobierno en relación con la cantidad de personas contagiadas influye en que se considere que una nación sufre más la pandemia que otros territorios? ¿Se están haciendo test para conocer realmente el número de contagiados en porcentajes similares en todos los países afectados?
Para responder a estas cuestiones se tendría que acudir a los Estados. El motivo sería investigar y conocer si verdaderamente las cifras de contagiados publicadas concuerdan con las registradas. O si el país ha realizado las pruebas que verifican el contagio de una persona. Puesto que si no se llevan a cabo test para conocer si hay o no infección, influirá de manera contundente en el número total de contagiados en una región.

¿por qué?
Continuando con las preguntas anteriormente citadas -en el caso de esta crisis sanitaria- el gobierno de un país podría parecer eficaz a la hora de combatir el coronavirus. Esto podría pasar si las cifras de expansión de esta enfermedad no son elevadas. Por ende, la repercusión, por ejemplo, en los mercados financieros junto con la confianza que generan las instituciones de dicho país, podrían salir ‘airosas’ del percance. Y, sobre todo, no llegar a sufrir una crisis económica tan profunda como los países que muestran en sus registros tasas muy altas de contagios.
El hecho de ser completamente transparentes en la gestión de una crisis sanitaria o no serlo a la hora de dar información, tiene consecuencias a nivel político, económico y social.
Es por este motivo, que no es nada nuevo el empleo de la herramienta de desinformación por parte de los gobiernos. Desde la guerra fría se sabe que tratar la comunicación de un Estado para obtener beneficio del mal de terceros es de suma importancia. Con mucho más énfasis, en la actualidad, donde el desarrollo de la tecnología permite llegar a un número más elevado de impactos en la sociedad y es mucho más complicado que sea detectada esa injerencia.

¿quién?
Si hay que indagar en quiénes son los responsables de la desinformación en la actualidad, se puede mencionar a los mass media, los gobiernos, las grandes compañías, los grupos de presión (lobbies) o simplemente instituciones nacionales o internacionales que busquen obtener un beneficio o el perjuicio de terceros.
El vehículo principal por el que la desinformación tiene impacto son las televisiones, la radio o las redes sociales. Parte de ellos son el lugar donde desempeñan su función los periodistas, quienes serán los que tengan la última palabra a la hora de (des)informar.
Esta razón los convierte en un eje fundamental de la estructura de desinformación que se vive hoy en día. También es importante comentar que, en varias ocasiones, los medios de información o los periodistas son víctimas de la desinformación. Esto, por esa falta de rigor al momento de recibir una información y hacer el trabajo de análisis antes de su publicación.

¿cuándo?
Esta actividad no es ninguna novedad. Desde la guerra fría, los Estados Unidos y la Unión Soviética se han visto involucrados en este fenómeno. En estos días en los que la humanidad se enfrenta a una pandemia de la que poco se conoce, se puede apreciar con claridad que se ha creado el contexto perfecto para la expansión del virus junto con la desinformación.
Desconocimiento, ignorancia, incertidumbre, miedo, estrés, caos, además de centenares de horas de televisión, radio y redes sociales. Confinamiento de gran parte de la sociedad mundial, el cierre de fronteras, la imposición de restricciones entre países o incluso el despliegue de parte del ejército son algunos de los factores que la población ha ido experimentando en mitad de esta crisis creada por la Covid-19.
Dar respuesta a esos sentimientos o justificar estas acciones puede ser la clave para decantar la balanza hacia un lado u otro en esta guerra. Un desafío de carácter internacional y con la peculiaridad de la inexistencia de armas.
Señalar a los responsables y culpabilizarles de lo sucedido. Comparar unos países con otros para probar la calidad de respuesta de un Estado ante esta situación. Lanzar el grito de esperanza por haber hallado los primeros indicios para la vacuna definitiva u ordenar indicaciones para que la población se prevenga y proteja ante la enfermedad, pueden ser elementos determinantes a la hora de informar sobre la evolución de esta enfermedad vírica.

¿dónde?
Con un mapa delante, se puede señalar a una inmensa cantidad de naciones que emplean la desinformación como parte de su repertorio de instrumentos políticos. Los gobiernos se han dado cuenta de la efectividad de esta silenciosa arma que permea y acaba haciendo efecto en un porcentaje significativo de la población.
Sin duda, la desinformación desempeñará un papel fundamental al momento de establecer un nuevo tablero político internacional. Las potencias hegemónicas lo saben. Por este motivo, el fenómeno de la desinformación continuará siendo recurrente a la hora de enfrentar, desprestigiar o conseguir objetivos a costa de una nación tercera.
Desgraciadamente, la población también seguirá formando parte del objetivo de una manipulación constante. A la sociedad, no le queda más remedio que tratar de enfrentarse a esta amenaza en desigualdad de condiciones.
Lo primero y más importante ante esta situación, es ser consciente de las posibles campañas de manipulación que circulan a nuestro alrededor de manera diaria. Después, caerá sobre los hombros de cada ciudadano la responsabilidad de mantenerse informado de la forma más veraz que se pueda.
