Los líderes de las principales economías le dieron de nueva cuenta la espalda al mundo. Volvieron a desperdiciar otra gran oportunidad para conseguir una tan necesaria cooperación internacional en temas como el cambio climático y el acceso de vacunas. Todo esto durante la reunión del G20 celebrada en el centro de convenciones Nuvola en Roma, Italia.
Entre los jefes de Estado más importantes que se dieron cita en este evento, que supuso ser el primer encuentro presencial de este tipo después de las restricciones por el coronavirus, encontramos figuras como: Joe Biden, presidente de los Estados Unidos de América. Emmanuel Macron, presidente de Francia. Boris Johnson, primer ministro de Reino Unido. Angela Merkel, canciller de Alemania. Olaf Scholz aspirante socialdemócrata a la cancillería alemana. Mario Draghi, primer ministro de Italia. Jair Bolsonaro, presidente de Brasil. Alberto Fernández, presidente de Argentina. Y Pedro Sánchez, presidente de España como país invitado permanente.

Por otra parte, fue notoria la ausencia del presidente de China, Xi Jinping. El presidente de Rusia, Vladimir Putin. Y del primer ministro de Japón, Fumio Kishida. Aunque los primeros tuvieron participación vía remota. Así mismo, el presidente de México, tampoco acudió al evento y mandó al secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard en su representación.
En una reunión sin grandes acuerdos, lo más destacable fue la aprobación de una reforma fiscal internacional que consiste en imponer un impuesto global mínimo de 15% a las empresas multinacionales en el país sede para evitar paraísos fiscales.

La medida ya había sido acordada a principios de octubre por los ministros de Economía. Esto, con mediación de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD). Además, este acuerdo busca garantizar que las sociedades globales paguen un porcentaje justo de impuestos de acuerdo a sus ingresos en el país en el que operen. El mecanismo será adoptado para 2030.
La cumbre sirvió para demostrar de nueva cuenta la desconfianza y tensión que existe entre los mandatarios. Escenificada durante la intervención de los mandatarios de China y Rusia. Tanto Xi Jinping como Vladimir Putin pidieron el reconocimiento mutuo de las vacunas contra el Coronavirus. Incluso, el presidente chino fue a más y solicitó la liberación de patentes de los fármacos. Sin embargo, sus demandas no encontraron respuesta. Alemania y Reino Unido mantienen su oposición porque consideran que esto frenará la innovación científica. Lo que el Kremlin califica como “proteccionismo” y “competencia injusta”.
Pese a este conflicto de interés, los líderes del G20 se comprometieron a garantizar que el 70% de la población mundial esté vacuna contra el COVID-19 para el 2022. Pero como siempre, no dieron detalles sobre el mecanismo para lograrlo. Pura demagogia.

Lamentablemente, también han pospuesto el tema del calentamiento global para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) que se llevará a cabo en Glasgow, Escocia. Aunque tampoco es de esperarse que en este evento se logre algo relevante. Puesto que no anunciaron grandes progresos para conseguir el compromiso de las principales naciones industriales por limitar el incremento de la temperatura global hasta, al menos, 1,5 grados.
Es desesperanzador este asunto. De hecho, el secretario general de la ONU, António Guterres, es pesimista al respecto. Ve que las naciones involucradas mantienen tibios compromisos producto de sus rivalidades. A esta sensación, también contribuyen las declaraciones de Boris Johnson, quien aseguró que el cambio climático no lo detendrán ni en Roma ni en Glasgow. Por lo que hay que ser escépticos para creer que al G20 le interesa el planeta. A este paso la reducción de gases de efecto invernadero es casi imposible de lograr.
También es importante destacar que, durante reuniones paralelas, Estados Unidos, Francia, Alemania y Reino Unido discutieron sobre el programa nuclear iraní con el objetivo de que Teherán se vuelva adherir. Sin que se dieran más información sobre este proceso.

El principal beneficiado de estas reuniones fue Francia. Al parecer, la gira de Biden en Roma le sirvió como oportunidad a Macron para hacer las paces tras el acuerdo secreto para la construcción de submarinos entre Estados Unidos y Reino Unido con Australia, que remplazó el acuerdo que tenía París con Canberra para suministrar con sus propios submarinos al país de Oceanía. Este hecho es esperanzador para el gobierno francés, ya que se podrían retomar relaciones con la nación de las barras y las estrellas y volver a tener protagonismo en el escenario internacional.
En suma, otra gran oportunidad desaprovechada por los líderes mundiales para establecer una gobernanza global regida por la cooperación internacional. Las cumbres solo sirven para dejar titulares en los medios de comunicación, puesto que la diplomacia que los líderes mundiales establecen en ellas carece de resultados sólidos y mecanismos concretos para enfrentar los problemas señalados. Sus luchas individuales ponderan sobre los conflictos globales y ello conduce a tensiones y desconfianza. Todo esto solo sirve para mostrar lo lejos que estamos de lograr un orden mundial.