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America is Back Again en tela de juicio

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A Estados Unidos se llena la lista de pendientes y carece de responsabilidad. Quizás, por ahora, solo esté analizando la situación mundial. Pero creíamos que desde el día uno del nuevo gobierno resurgiría el gigante mundial. La aún reciente administración de Joe Biden tiene ya varios asuntos internacionales que resolver.

En América, tiene que hacer frente a la crisis migratoria en México y el Triángulo Norte –Guatemala, Honduras y El Salvador –. Para lo cual, el propio Biden, ha designado como principal encargada a su brazo derecho, la vicepresidenta Kamala Harris. Prueba de fuego con la cual Biden busca protegerse en la figura de Harris. Y en caso de que el trabajo de la vicepresidenta funcione, sirva para ella consolide su perfil dentro del electorado estadounidense de cara a las elecciones presidenciales del 2024. De lo contrario, que ella sea el centro de las críticas.

Por el continente americano debe de iniciar la política exterior de los Estados Unidos. Sus vecinos más cercanos les han generado problemas en el seno de su territorio. Mismo que llevan incomodando desde la administración del presidente George W. Bush.

El país de las barras y las estrellas ya ha iniciado el trabajo por resolver el tema migratorio. Harris se reunió con el presidente de México Andrés Manuel López Obrador para abordar la migración en la frontera. Aparentemente Washington cederá a las pretensiones del gobierno mexicano para impulsar en Centroamérica su programa Sembrando Vida a cambio de que haya un mayor control con los migrantes.

Aunque dependa de las acciones de estos gobiernos latinoamericanos, Harris debe de tener mano firme. No debe de ceder a todas las demandas que exijan los mandatarios. Y, sobre todo, vigilar lo que realicen dentro de sus naciones.

Se corre el riesgo de que los gobernantes con la idea de que “yo hago lo que me demandes para que tu ganes y así me dejes hacer lo que se me plazca en mi país”, puedan hacer violaciones a los derechos humanos de sus ciudadanos. Y/o absuelvan instituciones que sirven de contrapesos para tener mayor poder. Como ocurrió en El Salvador. Aquí, el presidente Nayib Bukele tiene el control absoluto de los tres órdenes de gobierno.

Ahora, el gobierno de Biden ha iniciado con el pie izquierdo el tema migratorio. Aún no lo reconoce como una crisis y por otra parte, hasta el momento, su política interna se limitado para criticar a las políticas migratorias del expresidente Donald Trump.

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Joe Biden y Kamala Harris en una imagen del 20 de agosto de 2020 | AFP

En Europa, la semana pasada durante la cumbre de la Unión Europea en Portugal, el presidente de Francia, Emmanuel Macron; la canciller alemana Angela Merkel y la presidenta de la U.E., Ursula von der Leyen pidieron a Washington que ponga fin a su prohibición de exportar vacunas y sus componentes.  El reclamo viene porque Washington ha reservado su producción para él mismo. Este hecho recuerda mucho a la doctrina de la administración anterior. El America Great Again.

Si Estados Unidos quiere recuperar su poder como potencia hegemónica debe de abrir el mercado. Sobre todo ahora que el mundo, salvo algunos países como la India, han iniciado una desescalada de casos de COVID-19 y una carrera por la vacunación de sus habitantes.

En el Sudeste asiático, la supuesta primera prueba de la administración Biden, el golpe de estado en Birmania ha pasado desapercibido. Casi ignorado por la Casa Blanca. Solo sirvió para que Washington condenara los hechos y externara su preocupación por la situación de la misma forma en que lo ha hecho en Oriente Medio. Este es el mayor desafío que actualmente tiene EE.UU. Por la escalada de violencia entre Israel y Palestina, asunto en el cual a Joe Biden le ha faltado tener una mayor implicación como lo ha demandado la comunidad internacional.

Washington tiene otras prioridades, el conflicto entre Israel y Gaza lo tiene despreocupado, mientras esté controlado. A Biden la situación le tomó por sorpresa, porque la ignoró por completo, prueba de ello es que ha mantenido las políticas en el Estado judío que tuvo Trump como el de establecer la embajada estadounidense en Jerusalén y que no ha nominado a un embajador en Israel, ni a un cónsul general en Jerusalén para los palestino. Impulsar un acurdo de paz en la región carece de importancia en este momento para el jefe de la Casa Blanca.

A esto hay que sumar el tema climático. Si bien es cierto que EE.UU. retomó el Acuerdo de París,  tiene que asumir su responsabilidad de reducir las emisiones de carbono. Concretamente, entre el 52 y 50% con respecto a sus índices del 2005. La meta está en el 2030, como el propio Joe Biden se comprometió durante la Cumbre Mundial del Clima.

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Joe Biden durante la última jornada de la cumbre climática | EFE

De nada sirve que el presidente, el secretario de Estado o algún portavoz de la Casa Blanca expresen preocupación o decreten una orden sin la fuerza contundente para que el demandado la ejecute. Ejemplo de ello es la instrucción de Estados Unidos a Azerbaiyán de retirar inmediatamente sus tropas de Armenia sin establecer sanciones en caso contrario.

Por ahora todo funciona bajo el peace and love. En el caso de la violencia en la Franja de Gaza e Israel, Washington prefiere que la diplomacia traiga la paz y evitar entrar como mediador puesto que seguramente habrá un desgaste durante las reuniones que sostenga con palestinos e israelíes. Además de que sabe que corre con el riesgo de lastimar las relaciones con el Estado hebreo. O como en el tema de la penetración de las fuerzas de Azerbaiyán en territorio armenio, puesto que quiere mantener en buenos términos sus lazos con ambos países. Por eso solo condena los hechos y asume una postura paternal, recriminado la acción a uno de sus hijos y considerándolo que tras el reclamo, lo obedecerá.

Por eso es que Rusia se aprovecha de esta parsimonia para provocar constantemente a Washington. Putin está midiendo al gobierno de Biden. Un día incluye a Estados Unidos en su lista negra, otro despliega a su milicia en la frontera con Ucrania. Y en otros, le prohíbe la entrada a Moscú a funcionarios estadounidenses y recomienda al embajador de EE.UU. que regrese a casa. El mandamás ruso, Vladimir Putin, aprovecha la novatez de la actual administración estadounidense para burlarse y “jalarle los bigotes” a Joe Biden. Para ver cómo y cuál puede ser la magnitud de su reacción.

Biden Putin
El por entonces vicepresidente estadounidense Joe Biden saluda al presidente ruso Vladimir Putin durante un encuentro en Moscú, en 2011 | AP

Parece que el mundo sigue de luna de miel con Joe Biden, le demanda y critica poco, la comunidad internacional hasta ahora le exige a Washington su liderazgo, pero sin el vigor necesario para hacerlo despertar. Puede que Estados Unidos esté utilizando este tiempo para analizar la situación internacional para realizar implementar o realizar ajuste a su estrategia de política exterior.

También la Casa Blanca está tranquila, porque el gigante asiático, China no ha movido las piezas del tablero internacional debido a que está expectante a lo que haga su rival. Con cautela aprovecha que Estados Unidos apenas entra en escena y está ocupado con otros temas para expandir su dominio. Obviamente que Washington tiene un ojo encima del gobierno de Xi Jinping, pero tampoco hace nada por impedir que China, con el apoyo de Rusia, “ayude” a  los países en desarrollo para otorgarles sus vacunas, favoreciendo el aumento de su zona de influencia. Estados Unidos prefiere vacunar a toda su población antes que atender a sus socios y Pekín lo aprovecha.

Cuando asumió la presidencia, Biden ofreció una visión diferente a la de su predecesor, Donald Trump. Con el demócrata ha cambiado el tono del discurso, pero las reacciones se asemejan a la administración anterior.

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Donald Trump junto a Joe Biden | REUTERS

Aún puede ser pronto para recriminar a EE.UU. por su postura, aunque es algo a lo que nos tenían acostumbrados, su férreo control y fuertes dotes de liderazgo. El rol es demandante,  desgastante y provoca que se desatienda asuntos internos, pero fue lo que Joe Biden nos quiso transmitir durante su primer discurso, el resurgimiento en la arena internacional de Estados Unidos. 

El mundo necesita del orden y control de los Estados Unidos, por eso siempre está expectante de la actitud que asuma en los diferentes conflictos, pero la falta de una respuesta contundente a ellos debería de empezar a generar dudas en torno al America Back Again, la visión exterior de Joe Biden tiene que tomarse con escepticismo.

La diplomacia resulta sencilla cuando solo se trata de retórica, de externar discursos de preocupación, como si con solo eso se resolvieran los problemas. Es pronto para vaticinar si Estados Unidos retomará su poder internacional, pese a que todo indica que la política exterior de Joe Biden empezó lenta, ojalá que no pierda fuerza a la par que la edad del presidente en el trascurso del mandato. En todo caso, China está lista para asumir el mando, grandes cambios están por venir, ojalá y la situación cambie.


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