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Venezuela Post Guaidó

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Nicolás Maduro se proclama vencedor de una batalla que empezó en 2019 con la creación del Gobierno Interino de Venezuela que comandó Juan Guaidó hasta este 2023. Con una decisión de la Asamblea Nacional electa en 2015 (en lo que representó hasta ahora el mayor triunfo electoral de la oposición frente al chavismo), toca ahora reestructurarse y recomponerse, pero el camino está cuesta arriba.

La presidencia queda en manos de Dinorah Figuera, de Primero Justicia, junto con Marianela Fernández (primera vicepresidenta) y Auristela Vásquez (segunda vicepresidenta). El detalle a destacar es que ninguna de las tres está en Venezuela, sino que se encuentran en el exterior, específicamente en Estados Unidos.

Ya el régimen de Maduro solicitó orden de captura para la nueva junta directiva y lanza un mensaje de fuerza y de cero tolerancia ante sus adversarios, pero además la población ve una dirigencia poco estructurada y sin norte.

La Asamblea Nacional “opositora” (por llamarla de una manera), continúa, pero sigue siendo más un símbolo que una institución con un poder real, después que en las elecciones de 2020 el chavismo, en unas elecciones con reconocimiento parcial, controla realmente los hilos del poder legislativo en Venezuela.

Lo cierto es que el nuevo Gobierno Interino queda bajo una presión muy fuerte, donde se le está vigilando con lupa todos los movimientos que se han hecho. Según Reuters,  éste deja unas deudas de más de 20 millones de dólares a “bufetes de abogados que llevan litigios contra acreedores que buscan cobrar deudas por impagos de bonos y nacionalizaciones llevadas a cabo hace más de 15 años”, donde se podría ver implicada la refinería Citgo, filial de PDVSA en Estados Unidos.

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Juan Guaido, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela,durante un mitin contra el gobierno del presidente venezolano Nicolás Maduro en Caracas, Venezuela, 23 de enero de 2019 | Business Insider

Recomponer y elegir el nuevo liderazgo

Ahora el horizonte se encuentra en las elecciones presidenciales de 2024 y la oposición, ya va tarde. Se harán unas primarias para decidir quién será el candidato, pero la dificultad de encontrar una persona que pueda aglutinar a toda la oposición, parece muy remota. Hasta ahora, no hay candidatos ni fechas para el proceso.

Juan Guaidó tuvo un papel estelar en la lucha de la oposición en estos últimos años. No se puede negar que los primeros años logró algo que se veía impensable en aquel momento: unificar a la oposición. Que la estrategia fue buena o mala es otra cosa, pero que es necesario dejar las aspiraciones personales y las rencillas para recomponerse en un momento clave, es innegable.

Ahora el nuevo camino va hacia la estrategia electoral, que había sido desechada por la mayoría de la oposición hasta que no se hubiesen conseguido elecciones libres. Las circunstancias han cambiado y pese a que el sistema político no se ha modificado, parece que es el único camino que se tiene para volver a la palestra y hacerse sentir.

Reconquista del reconocimiento exterior

El liderazgo que se creó entorno a la figura de Guaidó en el exterior llevó a un centenar de países a reconocerlo y, por ende, desconocer a Maduro; pero más allá de un formalismo, el poder real a lo interno, nunca lo perdió Maduro.

Así, Maduro ha logrado consolidarse en el poder y situarse en una posición privilegiada. No solamente el panorama internacional le favorece radicalmente, por ser Venezuela una pieza importante dentro del escenario energético mundial, sino que internamente no hay presión estructurada.

La vuelta de una “nueva marea rosa”, ha puesto muy fácil el volver a replantearse escenarios en la región. Un gran hito fue que Gustavo Petro ganara las elecciones en Colombia, lo cual significó que uno de los mayores adversarios del chavismo (sin duda el primero es Estados Unidos), volteara radicalmente su política de confrontación y, de hecho, se han vuelto a abrir las fronteras que habían estado cerradas desde 2015. Aunque la región es menos radical que otrora, sin duda alguna simpatizan con la izquierda.

Los grandes aliados ya no ayudarán como antes, aunque seguirán respaldando a Venezuela incondicionalmente, debido a diferentes factores. Rusia, por la guerra con Ucrania, no tiene a Venezuela como prioridad, pero entiende que es una pieza clave dentro de su estrategia para la región. De igual forma, China, ha establecido una relación de dependencia muy fuerte, de la cual Venezuela no podrá escapar en mucho tiempo.

Estados Unidos tiene que recomponerse internamente. Inmerso en sus fronteras, tiene que replantearse estrategias con la región. La vuelta de la “marea rosa” en Latinoamérica, el avance de Rusia, el poderío económico de China y sus fracasos en Medio Oriente, lo visualizan como un gran elefante en una cristalería. Además, las elecciones presidenciales que parece indicar una vuelta de los republicanos al poder, ya sea con Donald Trump o Ron DeSanctis quienes aspiran al sillón Oval.

Seguramente se irán reduciendo algunas sanciones, más que todo para que el valor energético de Venezuela ayude ante el alza de los precios y a bajar un poco la presión mundial. Pero, sin duda, una vez más, queda al descubierto que las sanciones siguen siendo una política fracasada de Estados Unidos, como ya se ha demostrado en Cuba, Nicaragua o Irán.

Es el momento idóneo para que el chavismo vuelva a ser reconocido en Foros Internacionales y paulatinamente ganando más reconocimiento. Un gran objetivo es que se vayan retirando sanciones y desbloquear el dinero de más de mil millones de dólares en lingotes de oro de las reservas internacionales de Venezuela porque Reino Unido desconoció a Nicolás Maduro como presidente.

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Juan Guaidó | El Periódico de España

Vuelta al camino «democrático»

Como se mencionó, la mayoría de la oposición volverá a participar en unas elecciones organizadas por el chavismo. Las condiciones no han mejorado dentro del sistema electoral desde 2018 (cuando la mayoría de la oposición empezó a no participar en comicios), pero parece el único camino para la recomposición de mensajes y estructurar un liderazgo opositor.

El chavismo, con Maduro a la cabeza, tiene claro que es un momento en el que puede darse el lujo de hacer unas elecciones lo más transparente posibles, gracias a la desmovilización que tiene la oposición, sin un candidato claro y sin mensaje.

Según palabras de Saúl Cabrera, presidente de la encuestadora Consultores 21 a finales de noviembre de 2022, un “35 % de la ciudadanía está muy segura de ir a votar en las presidenciales, pero aumenta a cerca de 60 % dependiendo de ciertas condiciones”.

Es decir, si no se logra unir la oposición entorno a un candidato, con propuestas reales y un mensaje esperanzador, es muy probable que la abstención se haga presente como ha ocurrido en los anteriores comicios organizados por el gobierno.

También el factor tiempo juega a favor de Maduro. En principio las presidenciales serían en 2024, pero podrían adelantarse a 2023, lo que le mete más presión a acelerar plazos a la oposición. Por todo ello, muchos de los dirigentes opositores lo que ven es una estrategia hacia 2030 y dan por perdidas las próximas elecciones.

Prospectiva

Sin un liderazgo evidente, sin estrategia definida, sin unidad política, ni un mensaje claro, la diversidad opositora es su mayor desventaja. Por el contrario, el chavismo se mantiene unido entorno a una sola figura: Maduro; que pese a sus divisiones ideológicas, cabalga con brazo de hierro y la disidencia de sus filas no afecta a su propósito de continuar en el poder.

El Régimen abrirá espacios para la disidencia, para el confrontamiento de ideas, siempre y cuando su poder no se vea afectado, como está ocurriendo actualmente. Al día de hoy, seguramente serán unas elecciones muy transparentes y que tendrán como actor principal la abstención. Si el gobierno sintiera en algún momento que su statu quo podría verse afectado, “cerrará el grifo democrático” y volveremos a un reciclaje del conflicto; pero por ahora, dirige los tiempos y marca las pautas dentro de un tablero de juego donde sus contrincantes no tienen libertad de movimiento.

La población, subsumida en una crisis social y económica bastante profunda, se despolitiza y adquiere una dinámica de supervivencia. Aún existen protestas, y el sentimiento de molestia está presente, pero no hay nadie que los canalice. Siempre estará el fantasma del movimiento social, pero sin liderazgo, no se transformará en algún cambio.

Tampoco se ve cerca un levantamiento militar, que controla de manera férrea el chavismo y no da opciones de conatos de malestar estructurado.

El cambio no se ve cerca y si no se trabaja hacia el futuro, la oposición tiene asegurado el fracaso.

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1 comentario en «Venezuela Post Guaidó»

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