¿qué es?
Hace tan solo unas semanas, multitud de periódicos se hacían eco de lo acontecido en la última reunión entre el presidente argentino Alberto Fernández y su homólogo brasileño, Lula da Silva. Los titulares confirmaban los supuestos planes de ambos mandatarios de crear una moneda única para Latinoamérica, pero por el momento, parece ser que “sur” – como se ha adelantado que se llamaría a la nueva moneda – no es más que una tímida propuesta.

A pesar de lo que quizás se pueda malinterpretar de estos titulares, esta moneda no sustituiría al real brasileño, ni al peso argentino, ni a ninguna otra moneda del continente; es decir, no se trataría de una moneda común única sino más bien de una moneda común unitaria. Esto quiere decir que las monedas nacionales podrían convivir con el sur, que funcionaría como moneda para transacciones comerciales y financieras, facilitando así estos procesos y ayudando a las naciones latinoamericanas a no tener que depender del dólar para comerciar entre ellas.
Aun así, todo está por confirmar: el valor de esta nueva moneda, la creación de un Banco Central regional, qué naciones harían uso del sur, fecha de lanzamiento… Lo cual confirma lo que el analista argentino Andrés Malamud ya barruntaba cuando aclaró que “no existe proyecto, son solo declaraciones de políticos y títulos de diarios”.
Asimismo, cabe destacar que el sur no es una idea original de Lula ni de Alberto Fernández, ya que, en 2019, sus predecesores Bolsonaro y Macri ya mantenían conversaciones sobre el “Peso real”, otro proyecto de moneda común unitaria que no llegó a cuajar.
Algunas voces a favor del proyecto
A pesar de que aún todo esté en el aire, no pocas son las opiniones que ya se han hecho eco de la noticia, ya sea para apoyar la creación del sur o para rechazar de plano la idea. Los que se decantan por lo primero, argumentan que la creación del sur podría favorecer el turismo internacional, ya que, a día de hoy, los turistas siempre acaban demandando el dólar por su precio mucho menos costoso que el de las monedas nacionales, lo cual acaba perjudicando a la región. Por el contrario, si el sur fuese una realidad, los costos de transacción para los turistas se reducirían y el turismo regional aumentaría.
Este tipo de monedas – que ya han existido y existen en otras partes del mundo – tienden a apoyar el comercio intrarregional, a la vez que ayudan a economías débiles y endeudadas a no ver su estabilidad totalmente mermada por los altibajos del sistema financiero internacional. Precisamente esta razón es la que más atraería a los defensores del sur, ya que constituiría un cambio de paradigma; un portazo a la histórica dependencia de Latinoamérica al dólar.
El uso del sur no solo se traduciría en más independencia económica con respecto al dólar, sino también en una mayor unión regional, crucial para plantarle cara a su vecino del norte. Latinoamérica alberga un potencial inmensurable: la mayor parte de su población está compuesta de jóvenes menores de 25 años; es una de las zonas con mayor diversidad étnica del mundo; y la mayor reserva de materias primas – por las cuales China, EE. UU. y Europa mantienen una feroz disputa – se encuentra en su territorio. Sin embargo, de lo que esta región suele pecar es de no poseer una fuerte unión frente al panorama internacional. Y quizás el sur sea una de las formas más eficaces que estos países tengan para conseguir esa cohesión.
Esta ambiciosa iniciativa, de convertirse en realidad, alcanzaría el segundo puesto en el ranking de bloques monetarios, representando así al 5% del PIB mundial, precedido solo por el euro, que representa al 14%. Estos datos resultan muy interesantes, ya que significaría que el sur podría pasar a ser la segunda moneda más utilizada del globo.
Críticas a la propuesta
A pesar de que algunos analistas han aventurado que el sur podría servir como garante de unión entre los pueblos latinoamericanos, también sería prudente analizar qué tipo de diferencias les separan. Para empezar, dado que Latinoamérica es un continente tan rico y diverso, cada país vive situaciones económicas, políticas y sociales diferentes, lo que se extrapola a que cada uno tiene unas políticas monetarias y fiscales distintas, que podrían acabar por dificultar la entrada en vigor del sur. Por ejemplo, Brasil tiene un tipo de cambio flexible y un banco central independiente, mientras que Argentina cerró el pasado año 2022 con una inflación del 95%. Por el contrario, la de su contraparte brasileña oscila el 6%.

Por otro lado, y sirviéndonos una vez más de Buenos Aires como ejemplo, este país ha presentado déficits comerciales con Mercosur – el Mercado Común del Sur -, lo que podría hacernos adivinar que, si el sur empezase a correr por el continente, Buenos Aires sería deudor en la nueva moneda en lugar de en dólares, lo cual no terminaría de cambiar del todo la situación de desventaja de Argentina.
De esta forma, el proyecto necesitaría de una serie de mecanismos internos que ayudasen a regular la moneda, como por ejemplo, un Banco Central común, que serviría para guiar a los países miembros a regular factores como el déficit o la deuda. La otra cara de la moneda es que estos mecanismos tardarían años o incluso décadas en tomar su forma final, lo que a su vez retrasaría considerablemente el pistoletazo de salida del sur.
Sea como fuere, lo que sí está claro es que todas las voces – incluso la del propio presidente Lula, que también admitió que la propuesta del Peso real fue un fracaso – coinciden en admitir que la puesta en marcha del sur resulta extremadamente complicada. Quizás por esto mismo, algunos países como Chile o México ya han rechazado públicamente la idea, siendo Venezuela el único país que ha acogido la noticia con los brazos abiertos.
Como veníamos adelantando al principio de este artículo, todos estos factores apuntan a que probablemente Latinoamérica no verá nacer una moneda común unitaria, al menos por el momento.
