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Hoy empieza la Colombia de lo posible

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“Todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra” (Petro, 2022).

Se han cumplido cuatro meses desde la victoria de Gustavo Petro en las elecciones presidenciales de Colombia. Un suceso que representa un momento histórico para el país latinoamericano, no solo por ser el candidato presidencial que más número de votos ha obtenido en toda la historia de Colombia, si no porque simboliza, la llegada, por primera vez, de una coalición política de izquierdas al poder en Colombia.

Tras las protestas del “Paro Nacional” en el año 2021, la sociedad colombiana atraviesa un periodo de cambio de paradigma en la concepción de la participación política. Las manifestaciones pusieron de manifiesto el creciente malestar social en la ciudadanía, que reclamaba la necesidad de llevar a cabo reformas profundas que atajasen los problemas de desigualdad y de falta de oportunidades fuertemente arraigadas en la sociedad colombiana. En este contexto, la reforma tributaria de Iván Duque en 2021, no satisfizo estas esperanzas, sino que avivó la mecha de la indignación popular ante una propuesta que fue descrita como “más impuestos para los pobres y las clases medias”. Tras los efectos socioeconómicos devastadores provocados por la pandemia mundial de la COVID-19, la reforma de Iván Duque proponía una ampliación de la base tributaria a las rentas más bajas y un aumento del IVA del 19% a algunos servicios públicos en un país en el que un 47% de los trabajadores se encuentran en situación irregular y en donde la clase media cuenta con limitados mecanismos de protección, basados únicamente en la estratificación social. Este descontento social desembocó el pasado año, en importantes protestas por todo el país, como muestra de rechazo a la gestión gubernamental. La respuesta institucional fue, sin embargo, el despliegue de medidas de represión policial y militar que se saldaron con 3.486 casos de violencia policial, en los que 75 personas fueron asesinadas, 290 desaparecieron y se dieron 28 casos de violencia sexual por parte de las autoridades.

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Manifestantes en Bogotá | The New York Times

Es por ello, que en su toma de poder, Gustavo Petro dedica un especial hincapié al fin de la violencia y la instauración de la paz y la vida, como nuevo capítulo de la historia del país:

 “Las vidas salvadas será nuestro principal indicador de éxito. El crimen se combate de muchas maneras. Todas imprescindibles. Quiero defender a las familias colombianas de la inseguridad diaria y cotidiana: sea de la violencia machista o de cualquier otra violencia” (Petro, 2022) .

En este sentido, es importante analizar la historia de Colombia, un país marcado profundamente por la violencia. Durante más de seis décadas, el país se ha visto inmerso en un conflicto armado cuyo origen se sitúa en la exclusión socioeconómica que sufrían los sectores universitarios e intelectuales junto con el resto de la población. En este escenario de fuerte discriminación social, surgieron movimientos guerrilleros como el Ejército del Pueblo (FARC-EP), el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el Ejército Popular de Liberación (EPL) y el Movimiento Diecinueve de Abril (M-19), que se enfrentaron en una lucha armada contra fuerzas gubernamentales colombianas e instituciones, así como, entre los mismos movimientos guerrilleros. Esta amalgama de actores y relaciones de poder ha variado a lo largo del tiempo y ha derivado en la aparición de nuevos protagonistas el narcotráfico, el narcoterrorismo y los movimientos paramilitares, así como un cambio en las pretensiones de los movimientos guerrilleros que ahora buscan su inclusión en el sistema político colombiano, mediante la participación y representación a través de partidos políticos. Según un informe realizado por la Comisión de la Verdad Colombiana, entre 1985 y 2018 se produjeron cerca de 450.664 homicidios como resultado de este conflicto y alrededor de 121.768 personas desaparecieron, unas 55.770 fueron secuestradas y en torno a 7,7 millones sufrieron desplazamientos forzosos hacia otras zonas del país. El Instituto para la Economía y la Paz en su ultimo informe del año 2022 (Global Peace Index), donde se establecen los índices de paz de todos los países del mundo, sitúa a Colombia como uno de los países cuyo nivel de paz es de los más bajos de Latinoamérica y uno de los más altos en cuanto a nivel de militarización. Esta situación se traduce en que en Colombia se ha asentado una violencia institucionalizada, que se ha cobrado, en lo que llevamos de año, más de 1.413 desapariciones, 129 feminicidios, en torno a 12.000 casos de violencia infantil y 8.219.403 de víctimas de desplazamiento forzado.

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Guerrilleros del ELN | AFP

En cuanto al narcotráfico, la ciudadanía colombiana sigue considerándola como uno de los principales problemas del país. Tal y como muestran los datos de una encuesta acerca del panorama político y electoral realizada en abril del 2022, un 5,6% de la población concibe al narcotráfico como una de sus principales preocupaciones junto con la corrupción, la pobreza, la delincuencia y la clase política. Así mismo, las medidas políticas y de seguridad implantadas durante las últimas legislaturas han fracasado y este fenómeno no ha podido ser controlado. Y es que solo en 2021 las autoridades colombianas incautaron 758 toneladas de cocaína pura y base de cocaína y erradicaron 103.000 hectáreas de cultivo de la misma. Así pues, Colombia se sitúa como uno de los países en los que el narcotráfico crea un mayor impacto social, beneficiando, además a los actores que intervienen en el conflicto armado, los cuales sufragan sus campañas belicistas con el cultivo y exportación de la cocaína. Esta cuestión no pasa desapercibida para Gustavo Petro y goza de protagonismo en su discurso, planteando la necesidad de abordar de forma definitiva, esta problemática que tantas muertes ha causado tanto en Colombia como en Latinoamérica en general, y que es necesario abordarlo desde otras perspectivas y con políticas distintas a las desarrolladas:

 Es hora de una nueva Convención Internacional que acepte que la guerra contra las drogas ha fracasado, que ha dejado un millón de latinoamericanos asesinados durante estos 40 años y que deja 70.000 norteamericanos muertos por sobredosis cada año. Que la guerra contra las drogas fortaleció las mafias y debilitó los Estados” (Petro, 2022).

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Toneladas métricas de cocaína incautada en Colombia de 2018 a 2021 | Departamento de Estado de los Estados Unidos; presidencia de Colombia

Paralelamente, el salario mínimo del país de 244 dólares y su inflación del 12,5% supone un gran escollo para miles de familias colombianas. Según datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadística Colombiana un 39,3% de la población vive en una situación de pobreza, un 31% se encuentra en una situación de vulnerabilidad. Y es que, en un país como Colombia, la pobreza y la desigualdad no se pueden medir únicamente en conceptos económicos, puesto que como apuntó el Premio Nobel de economía Amartya Sen, la pobreza está atravesada por múltiples dimensiones que a las que se enfrentan las personas de bajos recursos en el país, especialmente en regiones como la Guajira, con un bajo nivel educativo, trabajo informal, analfabetismo, trabajo infantil, hacinamiento crítico, no acceso a servicios, etc. Es por ello, que la desigualdad y la pobreza son los principales problemas sociales a los que Gustavo Petro señala en su discurso, aludiendo a la necesidad de desnaturalizarlos y de hacerlos frente, pues acabar con ellos supondrá garantizar oportunidades a las generaciones futuras y la existencia de un ascensor social real:

 “Que la igualdad sea posible. El 10 % de la población colombiana tiene el 70 % de la riqueza. Es un despropósito y una amoralidad. No naturalicemos la desigualdad y la pobreza” (Petro, 2022).

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Informe sobre pobreza monetaria y grupos de ingresos en Colombia | Departamento Nacional de Estadística de Colombia

Por último, Gustavo Petro dedica unas líneas de su discurso al cambio climático y la transición ecológica hacia un futuro verde como solución al mismo. De las 49 gigatoneladas de gases de efecto invernadero emitidas en todo el mundo, la cuota colombiana es de 180 gigagramos. Unos valores de emisión muy por debajo al de otros países del mundo. Gustavo Petro no niega el problema existente, sino que realiza una comparación de la contaminación con otros países, siendo Colombia un país en la cola de emisiones con respecto a otros países más desarrollados:

 Nosotros estamos dispuestos a transitar a una economía sin carbón y sin petróleo, pero poco ayudamos a la humanidad con ello. No somos nosotros los que emitimos los gases efecto invernadero. Son los ricos del mundo quienes lo hacen, acercando al ser humano a su extinción” (Petro, 2022).

Así mismo, pone de manifiesto la existencia de recursos naturales en el país que suponen un gran arma contra el cambio climático, como lo es sus grandes extensiones de selva amazónica y que sitúan al país como protagonista de esta transformación. Y en este sentido destaca el papel central que juega Francia Márquez, vicepresidenta elegida por Petro que destaca por su activismo ambiental y por los derechos de las comunidades indígenas del país, ganadora del Goldman Environmental Prize y cuya lucha contra la explotación minera y defensa de “los nadie” ha sido central en el triunfo político de Petro y el reconocimiento internacional.

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Francia Márquez | Gobierno de Colombia

A lo largo de su historia, Colombia ha sido gobernada únicamente por partidos de cohorte conservadora y situados a la derecha del espectro político y, ejemplo de ello, son los gobiernos de sus últimas legislaturas. Por eso, el ascenso de una coalición de izquierdas supone una ruptura ideológica con la tradición política del país, rompiendo con una herencia de políticas públicas que en vez de romper barreras, solo han acrecentado las diferencias sociales. También significa vida, porque representa el futuro y la oportunidad. Y, por último, significa muerte y persecución. Solo en el último año 169 líderes sociales han sido asesinados en Colombia, entre los que se encuentran campesinos, afrodescendientes, indígenas o ambientalistas.

Con tono esperanzador y reivindicativo, Gustavo Petro se dirigió a la población colombiana en un discurso de investidura con presencia de paralelismos hacia la obra de Gabriel García Márquez, Cien Años de Soledad. Con frases como “todo lo escrito en ellos era irrepetible y para siempre porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra” (Petro, 2022). Gustavo Petro transmite una profunda conexión con el escritor colombiano, compartiendo los mismos valores de lucha contra la desigualdad, la pacificación del país y la dignificación de sus gentes. Un vínculo que ya era patente en el presidente colombiano mucho antes de su ascenso político ya que, en su juventud, cuando perteneció al grupo guerrillero M-19, tomó el nombre de Aureliano Buendía (protagonista de Cien Años de Soledad) como alias dentro de la organización. Así mismo, retrata el sentimiento central de la obra de Márquez que es, a su vez, un reflejo de la sociedad colombiana, descrito por Marcela M. Raggio (Raggio, 2009-2010), por el que la soledad es entendida como “contrapunto de solidaridad” y entendiendo la obra desde el “compromiso social” en contra del “relego de valores comunitarios”. Y a continuación, tras estos guiños a Márquez, Petro introduce los mensajes que más fuerza y carga política tienen en el discurso:

“Se acabaron los no se puede y los siempre fue así. Hoy comienza la Colombia de lo posible” o “quiero decirles a todos los colombianos y todas las colombianas que me están escuchando en esta Plaza Bolívar, en los alrededores, en toda Colombia y en el exterior, que hoy empieza nuestra segunda oportunidad” (Petro, 2022).

Otro aspecto que destaca dentro del discurso, es que Gustavo Petro no busca dirigirse únicamente a Colombia, sino a toda Latinoamérica haciendo un llamamiento a la unión de todos los países de la región. Petro hace un llamamiento a “la unidad latinoamericana”, que “no puede ser una retórica, un mero discurso” (Petro, 2022). Una unión que también es un nexo con el pensamiento de Gabriel García Márquez. El escritor ya mencionó esta cuestión cuando recogió el premio Nobel en 1982, planteando que “América Latina no quiere ni tiene porque ser un alfil sin albedrío, ni tiene nada de quimérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración occidental” (Márquez, 1982).

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Gustavo Petro en su discurso de investidura | EFE

Gustavo Petro no es el cambio, quiere representar el comienzo de una época de cambio para Colombia que ponga fin al olvido que ha sufrido el país durante tantos años. El fin de años marcados por desigualdad, pobreza y violencia. Pero también quiere representar la esperanza, la de una izquierda que siempre ha estado perseguida y silenciada y a la que, por fin, se le permite la oportunidad real de ser un agente de cambio social en Colombia. Ahora, tanto Gustavo Petro como la izquierda tienen el reto de demostrar en estos cuatro años que pueden representar ese papel.

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