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El asalto a los tres poderes en Brasil

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Se han cumplido ya 4 meses de la victoria de Lula da Silva en las elecciones presidenciales de Brasil. Unas elecciones marcadas por una dura campaña electoral  que se saldó con la victoria de  Da Silva y la destitución de Jair Bolsonaro en la presidencia del país.

El pasado 8 de enero, una semana después de que Lula da Silva tomará posesión de su cargo, pudimos asistir a un suceso gravísimo para la democracia brasileña: miles de seguidores radicales del expresidente Bolsonaro asaltaron la sede de los Tres Poderes públicos de Brasil (Congreso, Presidencia y Tribunal Supremo) en la ciudad de Brasilia. Los asaltantes, convencidos de que los resultados electorales fueron amañados, exigían la intervención de las fuerzas militares brasileñas para destituir a Lula Da Silva, llegando, incluso, hasta el interior de los edificios gubernamentales.

Estos hechos sucedidos en Brasilia guardan cierto parecido con los acaecidos en 2021 en Washington, y es que los dos responden a una toma violenta de las instituciones de poder democráticas de ambos países por una masa violenta de manifestantes. Todo esto se produce en un contexto parecido: la transición de poderes tras la celebración de unas elecciones democráticas. En este sentido, la profesora Kathleen Klaus ya realizó un análisis de los acontecimientos producidos en 2021 en Estados Unidos e identificó tres condiciones que fueron clave para que se produjese este suceso: la primera, que la violencia se tiene que pensar en voz alta; la segunda, que tiene que ser viable; y  la tercera, que las restricciones fallen (Klaus, 2021). Estas tres condiciones Klaus ponen de manifiesto la relación entre los sucesos acontecidos en Estados Unidos en 2021 y los de Brasil de 2022, ya que, al igual que pasara en Washington D. C, la violencia fue pensada en voz alta entre los seguidores bolsonaristas; fue viable entre los más radicales que vieron, con buenos ojos, la realización de acciones violentas para derrocar a Lula Da Silva; y las autoridades y seguridad de la zona fallaron, es decir, las restricciones.

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Simpatizantes del expresidente brasileño Jair Bolsonaro irrumpen en el Congreso Nacional en Brasilia, el domingo 8 de enero de 2023 | Associated Press

Está demostrado que los procesos sociales no surgen de una manera espontánea, sino que deben de darse una serie de factores que determinan el contexto en el que, finalmente, se producen. En este punto nos surgen pues, varios interrogantes: ¿qué contexto se vivía tras las elecciones presidenciales del pasado octubre en Brasil?, ¿desde cuándo se estaba fraguando este golpe de estado?, ¿qué ha fallado para que se produzcan estos hechos? Y, sobre todo, ¿pueden estar en peligro las democracias con la proliferación de estos sucesos?

Brasil es un país que, a día de hoy, tiene un electorado muy fragmentado. Los últimos resultados electorales así lo reflejaron con una victoria de menos de un 1,9% de Lula Da Silva frente a Jair Bolsonaro. En un sistema presidencialista, donde dos candidatos se juegan la victoria electoral en una segunda vuelta, una victoria tan justa se traduce en que la sociedad está extremadamente dividida y no hay un consenso claro. La creación de narrativas destinadas a avivar la división y el enfrentamiento entre el electorado es una táctica peligrosa que puede saldarse con un coste muy alto. Y esta fue la estrategia llevada a cabo por Bolsonaro, cuya campaña electoral y, posterior narrativa desarrollada tras las elecciones, llamaba a la división y contraposición de sus votantes a los de su rival electoral.

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IlustraPorcentaje de votos emitidos en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Brasil de 2022, por candidato | Statista

En este sentido, podemos identificar en el discurso utilizado por Bolsonaro unos marcos ideológicos que se centran en esta corriente. Esto se puede observar en su pertinaz cuestionamiento del sistema democrático, trasladando a la ciudadanía dudas acerca de su legitimidad a través de ataques a los mecanismos de votación brasileños, a los que  etiqueta como un fraude porque no responden a los intereses de los brasileños. Esto derivó en un negacionismo de los resultados electorales por parte de Bolsonaro, quien no felicitó a Lula Da Silva por su victoria, un hecho que es habitual en todas las democracias cuando se produce un traspaso de poderes como resultado de un proceso electoral. En Brasil, al igual que ocurrió en Estados Unidos, esto no se dio.

Esta desconfianza en las instituciones sembrada en el imaginario colectivo por parte de Boslonaro , forman parte de una serie de narrativas anti- establishment llevadas a cabo por él durante mucho tiempo antes, y cuyo ejemplo  encontramos en el rédito político sacado por el expresidente de la supuesta implicación de Dilma Rousseff y Lula Da Silva en el caso Petrobas. Una estrategia que fue clave en su victoria electoral del 2018 y que consistió en focalizar sus ataques en la condena de la supuesta implicación de ambos dirigentes del Partido de los Trabajadores (PT) en este caso de corrupción, para así, crear un sentimiento de desconfianza en los brasileños hacia ellos y hacia las estructuras políticas tradicionales brasileñas. Una encuesta realizada por Ipsos en 2021 mostró hasta qué punto ha llegado esta crispación y desconfianza, ya que Brasil ha experimentado un aumento en el sentimiento de ruptura entre los brasileños y los partidos tradicionales. En ella, también se nos muestra como un 78% de los brasileños no sienten representados sus intereses ni en los partidos políticos tradicionales, ni en los políticos. Llegando, incluso, a considerar, un 62% de los encuestados, que el país necesita un líder fuerte que rompa con las reglas establecidas.

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Porcentaje de brasileños que no ven sus intereses representados en los partidos políticos tradicionales y los políticos | Ipsos

Un estudio realizado por Vosoughi, Roy y Aral en 2018, afirmaba que una fake new se extiende seis veces más rápido que una noticia verdadera y que tiene un 70% más de probabilidades de que sea difundida antes que un hecho verificado y contrastado (Vosoughi, Roy, & Aral, 2018). Y esto es, en gran medida, gracias a la aparición en nuestras vidas de las redes sociales, las cuales suponen un medio de difusión perfecto para los bulos. En este caso, Bolsonaro ha destacado por su papel activo como difusor de “Fake News” en las redes, llegando, incluso, a ser suspendida su cuenta en alguna plataforma debido a esta actividad. De esta manera, el expresidente hace uso de las redes sociales como un altavoz de difusión, apoyándose en noticias falsas que favorecen a que su narrativa coja peso, llegando a más brasileños.

El clima político brasileño se encuentra en uno de sus momentos más tensos. Podemos observar que este asalto a los poderes público ha derivado en una doble crisis de confianza. Por un lado, una de carácter institucional, entre el gobierno y los cuadros militares brasileños, surgida de las dudas sembradas acerca de la posible pasividad de las autoridades a la hora de controlar a los asaltantes y que se ha saldado con el cese de numerosos cargos militares. Y por otro, encontramos una crisis de carácter político, la cual se inició con el anuncio del cese y detención del secretario de Seguridad del distrito federal de Brasilia, Anderson Torres, y la intervención de sus competencias por parte del gobierno central. Nuevamente, debido a la supuesta connivencia del secretario del distrito con los golpistas. En definitiva, este tipo de sucesos no hacen más que acrecentar la inestabilidad y polarización política de los ciudadanos, ya que ven como las clases sociales brasileñas más influyentes están enfrascadas en una lucha por el poder, más que en solucionar los problemas de la ciudadanía

Este tipo de estrategias, destinadas a sembrar un clima de crispación ciudadana, son muy peligrosas. El consenso y el diálogo son las bases de una democracia  y estos discursos políticos violentos rompen con estos valores y, lo que es peor, pueden llegar a impregnar a la sociedad hasta tal punto de que la violencia política se convierta en violencia real en las calles.

Sucesos como los acaecidos en Brasil se unen al ocurrido hace dos años en el Capitolio norteamericano y a los conspiradores del Reichstag alemán detenidos en enero de este año. Esto nos hace reflexionar acerca del riesgo que sufren las democracias actuales ante estas formas de comunicación política. Si algo podemos observar en la estrategia llevada a cabo por Bolsonaro es que conlleva un riesgo real y que puede acabar con una democracia. Esta combinación de discursos violentos y la utilización de “fake news” se extrapola con rapidez, impregnando a toda la sociedad y puede alentar asaltos violentos para tomar el poder, en detrimento de la democracia. Es necesario estar alerta y tener cuidado. Cabe señalar también, la responsabilidad que tienen las redes sociales que, como ya se ha visto, funcionan como altavoces de este tipo de discursos políticos violentos y rupturistas, favoreciendo la propagación de “Fake News” en las que se apoyan y justifican. Y por último, suponen un canal, a través de cual los sectores más radicales se ponen en contacto entre ellos y se organizan para llevar a cabo los intentos de toma de poder de los que hemos sido testigo en estos últimos años.

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