Colombia en las urnas: resultados de las elecciones al Congreso, de las consultas interpartidistas y perspectivas para las presidenciales.
El pasado 13 de marzo en Colombia tuvieron lugar las elecciones para la renovación del Senado de la República y de la Cámara de representantes, además de la consulta interpartidista de las coaliciones políticas para elegir a los candidatos que se disputarán la presidencia en las elecciones del próximo 29 de mayo. De las urnas han salido resultados históricos que vale la pena mirar con lupa. El anhelo de cambio político hace vibrar a Colombia desde hace varios años. Por ejemplo, la firma del acuerdo de paz entre el Estado y la guerrilla de las Farc o las grandes manifestaciones del paro nacional del 2021 marcaron puntos de inflexión en el país sudamericano. Pero hasta ahora no se había manifestado en el campo electoral con tanta contundencia.
El Congreso elegido, que tomará posesión el 20 de julio de este año, es el más sorprendente de la historia reciente. No solo llegan nuevos partidos, sino que llegan de ganadores. Otros partidos, muy fuertes en las últimas décadas, retroceden y los tradicionales descienden, pero su presencia sigue siendo importante. La renovación del Congreso marca un cambio histórico y ojalá vaya acompañado con una renovada confianza de la ciudadanía en el legislativo.

quién gana y quién pierde en el Congreso
Sin duda alguna, el gran ganador de las parlamentarias es el Pacto Histórico. Esta coalición de partidos y movimientos sociales de izquierda —liderados por el exalcalde de Bogotá y exguerrillero del M-19 Gustavo Petro, que llegó de segundo en las pasadas elecciones presidenciales de 2018— se estrena, de forma nominal, en las Cámaras y el Senado como consecuencia de una votación sorprendente. El Pacto es el primer partido en el Senado con 16 senadores, y en la Cámara con 25 representantes. Nunca en la historia un movimiento de izquierda había logrado tantas curules en el Congreso llegando a ser el primer partido a nivel nacional.
El gran perdedor es sin duda el Centro Democrático (derecha), partido del presidente de la república Iván Duque (que terminará su mandato en agosto 2022) y, en especial, el famoso expresidente Álvaro Uribe Vélez, involucrado en escándalos de corrupción, complicidad con las mafias y paramilitarismo. El uribismo ha sido la fuerza política preponderante desde comienzos del siglo XXI y ha estado presente durante los gobiernos de los últimos cuatro presidentes del país —menos una breve pausa durante el segundo gobierno de Juan Manuel Santos que se había distanciado del uribismo, hasta llegar a ser su enemigo, durante el proceso de paz con las Farc—. Sin embargo, las condiciones económicas y sociales del país junto con los procesos judiciales que involucran al expresidente Uribe han dado un golpe a la credibilidad del partido. El Centro Democrático pasa de tener 19 representantes en la Cámara a los 14 actuales. El Senado legislativo solo llega a 16 representantes, la mitad de los 32 elegidos en los comicios anteriores. Los cuatro años de gobierno de Iván Duque han destruido el partido. Una debacle.

Los grandes partidos tradicionales colombianos, el Partido Liberal y el Partido Conservador, hace décadas que han perdido su fuerza en el país y han dejado de ser los partidos que dictan las opiniones del pueblo colombiano. Ya no se definen por su ideología y sus propuestas, sino que se han convertido en entes insignificantes en el debate público, aunque su fuerza electoral se ha mantenido siempre gracias al poder regional y local de sus personajes además de su manera tradicional de hacer política, con “maquinarias” y compraventa de votos, sobre todo en las zonas rurales del país. En estos comicios logran respectivamente 16 curules (partido conservador) y 15 (partido liberal) en Senado, y 25 (conservador) y 32 (liberal) en la Cámara. A pesar de que han perdido mucho, continúan sobreviviendo.
De los que se quedan fuera del Congreso destaca el Nuevo Liberalismo, que no pasa el umbral y no logra ningún representante. El Nuevo Liberalismo fue el partido fundado por Luis Carlos Galán, gran político liberal que en los años ochenta se enfrentó sin miedos a la mafia del narcotráfico y terminó siendo víctima de la alianza entre el cartel de Medellín liderado por Pablo Escobar y el paramilitarismo, que lo asesinó en una manifestación durante la campaña electoral en Soacha (Bogotá), donde se perfilaba como ganador de la misma en el año 1989. En 2021, el partido fue revivido y, liderado por Juan Manuel Galán, hijo del fundador, se estrenó en las elecciones de ese año presentando una lista cerrada compuesta por personajes de gran nivel que, sin embargo, no lograron ser elegidos y terminaron por pagar el precio de la división de la coalición de centro de la que formó parte.

Otro resultado a destacar en estas elecciones parlamentarias es la composición del congreso en términos de género. La representación femenina en el congreso aumenta considerablemente: pasa del 19.70% de 2018 (el congreso actual) al 28.80% de estas elecciones, aumentando en una legislatura 9.1 puntos, los mismos ganados anteriormente durante diez años. Falta mucho camino por delante, pero este avance es bien importante en un país como Colombia.
Este año estrenan también las “curules de la paz”, es decir, las dieciséis curules destinadas a víctimas del conflicto armado, algo que se había acordado en las negociaciones de paz con las Farc pero que no se había materializado todavía.
El otro gran perdedor de estos comicios es, sin lugar a duda, la transparencia de los mecanismos electorales. En los días siguientes a las elecciones parlamentarias y de las consultas, centenares de denuncias de ciudadanos reclamaron irregularidades de las operaciones en muchas mesas electorales a lo largo de todo el país y llevaron a un reconteo de votos puntuales que aumentó la votación del Pacto Histórico.
El fraude electoral no es nuevo en Colombia, y las elecciones presidenciales de 2018 destaparon escándalos en el conteo y transmisión de votos a la registraduría, y sembraron dudas sobre la legitimidad de los resultados.
quién gana y quién pierde en las consultas y candidatos a la presidencia
El 13 de marzo también se votó por las consultas interpartidistas, es decir, las “primarias” de las coaliciones para elegir la candidatura a la presidencia. Recordemos que Colombia es una república presidencial, con elección directa del presidente de la República, que mantiene grandes poderes. Tuvieron lugar tres consultas: la del Pacto Histórico (izquierda), la de la Coalición Centro Esperanza (centro) y la del Equipo por Colombia (derecha). Sus ganadores, junto a dos candidatos que no participaron en las consultas, se enfrentarán en las presidenciales del próximo 29 de mayo.
La consulta del Pacto Histórico es la que, nuevamente, mejor resultados ha obtenido. De los cinco precandidatos (Petro, Francia Márquez, Camilo Romero, Arelis Uriana, Alfredo Saade), Gustavo Petro gana sin sorpresa el primer puesto y pasa a ser el candidato presidencial del Pacto. No sorprende su victoria en sí —es el gran líder del movimiento y de las personas con más trayectoria en la política electoral—, sino el número de votos obtenidos: 4 millones y medio de votos, que son el doble de la suma de los votos logrados por los ganadores de las otras dos consultas.

Economista y ex miembro del movimiento guerrillero M-19 en los ochentas, participó en el proceso de desmovilización del grupo y en la asamblea constituyente que pactó la Constitución de 1991. Además, fue alcalde de Bogotá y tres veces senador de la República, ex candidato presidencial en 2018 cuando llegó de segundo con 8 millones de votos. Su fuerza en la opinión pública crece cada día, representando para las clases bajas, para el campesinado y para la juventud popular una posibilidad de cambio y una para sacar el país de la hegemonía de las élites de la derecha y del modelo económico fracasado que ha profundizado la enorme desigualdad del país.
Su principal bandera es la del cambio de sistema económico. Por un lado, propone salir del extractivismo que profundiza el cambio climático y destruye la biodiversidad, a una economía productiva que genere empleos y sea amigable con el medio ambiente. Los derechos sociales, la educación pública gratuita y universal junto con la creación de un sistema de salud publicó (hoy en día casi inexistente) también forman parte de su política. Al mismo tiempo, Petro encarna todos los miedos de la derecha, y también del centro, acusado de ser un populista peligroso para Colombia, amigo de los regímenes autoritarios de América Latina, y el resto de prejuicios hacia la izquierda arraigados en un país que nunca ha sido gobernado por la izquierda.
La precandidata del Pacto Histórico, Francia Mina Márquez, obtiene la segunda votación de la coalición, y sus números también son sorprendentes: logra casi 800 mil votos, superando los obtenidos por Sergio Fajardo (ganador de la consulta de centro, 723 mil votos). Francia Márquez ha sido y es la gran novedad de estas elecciones. Mujer, afrocolombiana, de origen campesino, madre cabeza de familia, abogada, lideresa ambiental y luchadora por los derechos del medio ambiente contra la explotación minera en el territorio del Cauca, fue galardonada con el premio Goldman (el “nobel” del medio ambiente) en 2018. Cabe resaltar que también ha sufrido amenazas y sobrevivió a un atentado en 2019. Su llegada ha significado volver a hablar de sueños en la política, de las reivindicaciones de los pueblos olvidados en el territorio, de las mujeres, de los afrocolombianos y por ende de todas las minorías discriminadas, de la lucha por la sostenibilidad ambiental y agraria. Todos temas que gracias a ella irrumpen en el debate electoral con gran fuerza y claridad. La presencia de Márquez limita también la salida de votos del PH: sin ella el Pacto hubiera perdido muchos electores debido a varias salidas en falso del candidato Petro, el desgaste de su figura pública, la entrada a la campana de personajes de dudosa procedencia.

También gracias a los resultados de la consulta y el gran movimiento que viene detrás de ella, ha sido nombrada fórmula vicepresidencial de Gustavo Petro. De ganar las presidenciales, sería la primera mujer afrocolombiana en obtener un cargo institucional tan alto en toda la historia del país. El Pacto Histórico lleva meses puntuando en los sondeos y la intención de voto crece cada día. Si este crecimiento prosigue, llegarán a disputar la segunda vuelta de las presidenciales.
El Equipo por Colombia —formado por el exalcalde de derecha Enrique Peñalosa (exalcalde de Bogotá), Alex Char (de Barranquilla y personaje con decenas de procesos de corrupción) además de otros personajes de la derecha colombiana— eligió como candidato presidencial a Federico Gutiérrez, alias Fico, exalcalde de Medellín. Gutiérrez obtuvo un respaldo de 2 millones de votos, la mitad de los obtenidos por Gustavo Petro. Esto podría ser calificado como una votación muy buena si se considera que no tuvo el apoyo de grandes partidos de gobierno. Su victoria en la consulta se amplificó cuando al día siguiente Oscar Iván Zuluaga, precandidato del Centro Democrático (que no ha participado en la consulta) retiró su candidatura para apoyar (decisión personal, afirmó) la candidatura de Federico Gutiérrez a la presidencia. A decir de muchos, el expresidente Uribe había apostado por Fico como su nuevo delfín, y eso significa que a estos dos millones de votos se sumarán todos los del uribismo que, a pesar de la profunda crisis de debilidad de los últimos cuatro años, sigue manteniendo un electorado de base fuerte. La candidatura de Fico está marcada por un substancial continuismo con respecto a los gobiernos de Duque y Uribe, mismos que reivindica y defiende. Aunque también está manchada por la presencia de personajes corruptos. A pesar de todo, la derecha sigue fuerte en el país y, seguramente, Fico será con Gustavo Petro quien se disputará la presidencia en una segunda vuelta.

Pierde la coalición Centro Esperanza, cuya constitución había tenido tropiezos y fallos. La Coalición lleva años tratando de cuajar, pero su camino ha estado lleno de incidentes y no ha sido capaz de llegar a una candidatura unitaria, sino que presentó a la consulta cinco candidatos: Sergio Fajardo, Jorge Enrique Robledo, Carlos Amaya, Alejandro Gaviria y Juan Manuel Galán. Todos personajes de gran talante y trayectoria, pero que no emocionan a la ciudadanía. Gana Sergio Fajardo, matemático y académico, exalcalde de Medellín y exgobernador de Antioquia, ya candidato por el centro en las pasadas elecciones de 2018. Fajardo llega a las presidenciales con el peso de una coalición sin fuerza (obtiene menos votos que la segunda votación del Pacto Histórico) y contundencia, que lleva el peso de las divisiones internas y de su centrismo político que muchas veces se ha traducido en falta de posturas claras. Sus propuestas se centran en la inversión en educación, en un cambio en el rol del estado más volcado hacia la garantía de derechos o una economía más dinámica. Aún así, es difícil identificar banderas políticas claras en las que la gente pueda identificarse. Su lucha parece dirigirse más hacia el miedo a Petro que hacia la derecha que ha gobernado el país durante décadas dejando un rastro de corrupción, pobreza y muerte. El Centro lleva también sobre su espalda el grave error de optar (y hacer campaña) por el voto en blanco en la segunda vuelta de las elecciones de 2018, cuando se enfrentaron Gustavo Petro e Iván Duque, candidato bendecido por Álvaro Uribe y cuya propuesta principal de campaña fue “hacer trizas” el acuerdo de paz con las Farc que tantos años y tanta sangre había costado lograr. Error imperdonable para muchos votantes de centro que en estos comicios han decidido explorar otras opciones.

Rodolfo Hernández e Ingrid Betancourt son los dos candidatos a la presidencia que se lanzan directamente sin pasar por las consultas. Rodolfo Hernández es el verdadero outsider de esta partida electoral. Un self made man, vieja escuela, ingeniero, empresario, ex alcalde de Bucaramanga, muy populista en el discurso, “ni de derechas ni de izquierdas”. Sus propuestas no son nada claras, pero como todos los candidatos, su lema es el de la lucha contra la corrupción y el de acabar con la política tradicional. Invierte poco en gastos de campaña y poco se habla de él. Hace meses muchos pronosticaban su victoria en la primera vuelta. Más tarde, la atención mediática se enfocó en los candidatos de las consultas. Ahora en los últimos sondeos aparece de tercero detrás de Petro y Fico. Difícil hacer pronósticos sobre sus resultados.
Ingrid Betancourt —conocida internacionalmente por haber sido secuestrada por las FARC en 2002, y rescatada por las fuerzas armadas en la Operación Jaque, que mucho eco mediático tuvo—después de años en Francia volvió a Colombia para aupar la creación de la Coalición Centro Esperanza. De “amigable componedora” de la coalición, decidió lanzar su precandidatura dentro de la alianza luego de las polémicas que señalaban la falta de candidatas mujeres en una agrupación política que reivindicaba la paridad de género. En poco tiempo se salió de la coalición Centro Esperanza por discrepancias sobre alianzas de otros precandidatos, y se lanzó sola a la presidencia apoyándose en su viejo Partido Verde Oxígeno que obtuvo después de años la personería jurídica. Su lema siempre ha sido el de la lucha contra la corrupción. Pero por su distancia de Colombia en los últimos años ha demostrado en los debates un grave desconocimiento de los problemas que afectan al país y un discurso marcado por palabras vacías, sin propuestas claras para la ciudadanía. Es probable que su resultado sea muy marginal.

Los resultados de las parlamentarias y de las consultas interpartidistas arrojan un resultado irrefutable: Colombia está transitando un nuevo camino democrático y tiene muchas probabilidades de elegir un presidente procedente de un espectro político que nunca ha tenido representación institucional en el país. El momento es tan delicado que la campaña de deslegitimación del contrincante es mutua y continua, y el peligro de la violencia siempre está presente.
La ciudadanía está dejando atrás el sometimiento a las élites, la subordinación a la lógica electoral de compraventa de votos (que sigue fuerte, pero desciende cada día) y se está exigiendo más democracia y derechos de la mano de modernidad. El paro nacional de hace un año, que causó un estallido social sin precedentes, ha demostrado la inconformidad de jóvenes y no tan jóvenes hacia una política que “no le para bolas”, que es autorreferencial, que no invierte en educación, empleo, derechos sociales y, sobre todo, en mecanismos para garantizar la paz. Duque y la derecha pagan el precio de muchos errores y de una forma corrupta y violenta de hacer política que desconoce las problemáticas reales del país, los desafíos de los campesinos, de los indígenas junto con los afrodescendientes en los territorios empobrecidos, y de los pobres en las periferias de las ciudades. Pagan el precio de las violaciones de derechos humanos ocurridas a mano de la fuerza pública durante las manifestaciones del paro nacional empezado hace un año, el 28 de abril de 2021. De 35 casos de violencia sexual, 103 casos de lesiones oculares, 40 casos de violencia homicida, a día de hoy, todavía no ha habido ni una sola sentencia condenatoria.
Colombia pide cambios y democracia. El 29 de mayo sabremos cual es el nuevo camino sobre el que empezará a caminar.
