30 años de bipartidismo marcados por la corrupción, una de las tasas de homicidios más elevados del mundo y un país dominado en gran parte por organizaciones criminales, un Estado incapaz de controlar su territorio y con graves violaciones de los derechos humanos a sus espaldas…
Este fue el panorama que se encontró Nayib Bukele cuando en 2019 ganó las Elecciones Presidenciales sin necesidad de segunda vuelta. El antiguo alcalde de Nuevo Cuscatlán y San Salvador llegaba con un aura de renovación, su experiencia de gestión a nivel local y su estilo fresco y moderno lo diferenciaban completamente del establishment político salvadoreño. Con una retórica canónicamente populista y la utilización de nuevas formas de comunicación, el propio Bukele se definió como el primer “político millenial”.
Tras un inicio de legislatura fulgurante, con descensos en las tasas de criminalidad, atracción de inversión extranjera y altísimos índices de aprobación, el que para algunos estaba llamado a revolucionar la política centroamericana ha tenido que afrontar las primeras protestas masivas contra su Gobierno en 2021.
¿La respuesta de Bukele?
Autodenominarse en su biografía de Twitter “El Dictador más cool del mundo”.
¿Qué ha llevado a su Presidencia hasta ese punto?
Desde el inicio de su carrera hacia la presidencia de El Salvador, Nayib Bukele se caracterizó por un uso intensivo de la comunicación digital, surfeando la cultura del meme y con un discurso idealista sobre las potencialidades de las nuevas redes para la democracia y los derechos humanos y sociales.
De este modo, el político salvadoreño destacó en sus primeros meses de Gobierno por la utilización de Twitter para realizar nombramientos, dar órdenes a ministros y retransmitir consejos de gobierno en aras de una supuesta mayor transparencia. En España muchos recuerdan bien esta época porque uno de sus ministros fue, a modo de broma, el streamer español Auronplay, actualmente el de más éxito de todo el globo, quien fue nombrado “Ministro de YouTube”.

Este uso de la comunicación digital y de la cultura meme es instrumental para la construcción de su imagen ya que lo define como una persona cool, moderna, y a la orden del día en cuanto a la cultura popular. Su estética, en la que suele destacar su inseparable gorra blanca, refuerza este aspecto.
De hecho, uno de los momentos más célebres de su primera etapa en el ejecutivo fue su discurso en el 74º período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, cuando al empezar su discurso sacó su móvil y se tomó un selfie, en el marco de un discurso donde se diferenciaba del establishment político a la vez que abogaba por un futuro en el que las redes terminarían por hacer “obsoleta” a la Asamblea de las Naciones Unidas.
A pesar de su retórica populista de renovación de la clase política, Bukele no tardó mucho en exceder los límites morales y legales de las instituciones salvadoreñas. En febrero de 2020, el Presidente provocó una crisis constitucional, que le llevó a entrar a la Asamblea Legislativa de El Salvador acompañado por una hueste de militares armados con el objetivo de forzar una votación para conceder un préstamo extraordinario a las fuerzas armadas salvadoreñas.

Bukele, desde un principio, dio protagonismo a las fuerzas armadas gracias a su Plan de Control Territorial, cuyo objetivo era desarticular a las maras y recuperar el control del territorio por el Estado. Este fue el inicio de una estrecha relación entre el presidente salvadoreño y el ejército del país. Ya en 2021, agradecía a las fuerzas armadas por haber “salvado la patria” y en el mes de julio anunció que se iban a duplicar los efectivos para acabar con las maras. Unas buenas relaciones que no serían preocupantes de no ser por el creciente autoritarismo mostrado conforme avanzó la legislatura.
MILITARIZACIÓN Y AUTORITARISMO CRECIENTE
Tras la entrada del ejército salvadoreño en las Cortes, el Gobierno redobló su pulsión autoritaria. Con la crisis del COVID-19 como justificación, el Presidente salvadoreño ordenó el fin de la política de separación de miembros de pandillas en celdas diferenciadas. En Twitter, Bukele tuiteó: “Todas las celdas de pandilleros en nuestro país permanecerán selladas. Ya no se podrá ver hacia afuera de la celda. (…) Estarán adentro con sus amigos de la otra pandilla”. Si bien el objetivo de esta política es evitar que miembros de la misma pandilla se comuniquen, es una evidente violación de los derechos humanos de las personas encarceladas, por las condiciones de hacinamiento a las que se reduce la vida de los pandilleros.
Esta muestra de mano dura contra las maras, con el Presidente arengando al uso de “fuerza letal” contra las pandillas se enmarca dentro de su política de reducción de la violencia. Pero mientras todo esto sucedía, ya en 2020 comenzaron a salir a la luz las primeras filtraciones acerca de las reuniones del Gobierno salvadoreño con las maras para conseguir apoyo electoral y una disminución de los asesinatos.
Los ataques a la prensa, fueron también un habitual desde el inicio de la legislatura. La Sociedad Interamericana de Prensa denunció en 2020 el “grave deterioro” de la libertad de prensa en El Salvador, a través de una estrategia de acoso, despidos injustificados, y descrédito público incluyendo una red de “troles”. Además, también se produjo con cada vez mayor frecuencia la ocultación y bloqueo de información pública. Según la Asociación de Periodistas de El Salvador, solo en 2020 las vulneraciones a la libertad de prensa aumentaron en más de un 380%.
Tras arrasar el Gobierno en las elecciones legislativas de 2021, con 64 de 84 asamblearios, la recién elegida Asamblea Legislativa de El Salvador tomó como primera iniciativa la destitución de los jueces de la Sala de lo Constitucional del Tribunal Supremo, y del fiscal general Raúl Melara. Tras el reemplazo de éstos jueces, la sala de lo Constitucional falló a favor de permitir su reelección en 2024, previamente limitada. Lo que evidentemente se trataba de un ataque a la separación de poderes y la propia Constitución del país, no tardó en generar críticas en la comunidad internacional.
A finales de agosto de 2021, salieron nuevas informaciones sobre las negociaciones con las pandillas, que estaban siendo investigadas por el fiscal general destituido por Bukele meses antes. Estas nuevas filtraciones a la prensa confirmaban que el Gobierno se había reunido en secreto con las tres Maras para negociar al mismo tiempo que se ocultaban pruebas.

HODL
Entre toda esta maraña de ataques a la separación de poderes y las instituciones democráticas, Nayib Bukele decidió adoptar la criptomoneda Bitcoin como moneda de curso legal en el país, convirtiendo a el Salvador en el primer país del mundo en hacerlo.
Dentro de una etapa de efervescencia debido al aumento del valor de esta moneda, rodeada de infinidad de memes, el Gobierno decidió tomar esta arriesgada política con implicaciones peligrosas para el equilibrio financiero salvadoreño, debido a la alta volatilidad de Bitcoin, y para la seguridad de los ciudadanos, ya que el bitcoin, que por diseño ofrece una enorme privacidad, puede ser un instrumento muy útil para que grupos criminales organizados realicen sus operaciones y para el blanqueo de fondos provenientes del crimen o la corrupción política; más todavía en un país con uno de los mayores índices de criminalidad del mundo.
Durante este proceso, Bukele decidió “abrazar el meme”, actuando en Twitter como si de un influencer de criptomonedas se tratase, adoptando su lenguaje y las bromas internas durante unas semanas, al mismo tiempo que buscaba atraer a inversores en criptomonedas al país.
A pesar de sus esfuerzos digitales, el estreno del bitcoin en El Salvador fue, cuando menos, caótico, con un desplome del 17% en un solo día. Si bien el Gobierno busca sacar provecho a la situación comprando bitcoin, con la decisión de China de prohibir todas las transacciones con criptomonedas, las perspectivas para la cotización de la criptomoneda no son las más halagüeñas.
El fracaso de la legalización del Bitcoin, los constantes ataques a la democracia y las negociaciones con las pandillas, contradiciendo su política de mano dura, provocaron en septiembre de 2021, las primeras protestas masivas contra el Gobierno de Nayib Bukele en las calles de San Salvador. ¿Las principales demandas de los protestantes?, “no a la reeleción, no al bitcoin, no a la militarización, no a la dictadura”.

Bukele, fiel a su estilo, confrontó directamente a los protestantes en un discurso posterior, acusándolos de “luchar contra una dictadura que no existe” y ser cómplices de algunos miembros de la comunidad internacional.
En las redes, por otra parte, el Presidente decidió modificar su biografía de Twitter. Primero escribió “El Dictador de El Salvador”, y más tarde “El Dictador más `cool´ del mundo mundial”. Un ejercicio de ironía preeminente en la cultura del meme; un tipo de comunicación utilizada de forma muy común por redes cercanas a la ultraderecha en todo el globo. De no ser por la realidad de su Presidencia, hasta sería divertido.
¿de la esperanza a la decepción?
Humas Right Watch, una de las organizaciones internacionales más importantes del mundo en defensa de la democracia y los derechos humanos, calificó así la situación en El Salvador:
Con todo lo que aquí contamos, la gran esperanza del cambio político en Latinoamérica parece estar consumando su conversión en un caudillo moderno del siglo XXI. El uso de las redes sociales y los nuevos medios como forma de sobrepasar las instituciones democráticas y su imagen como presidente moderno, que le permite camuflar sus tendencias autoritarias al mostrarlo como una alternativa al establishment político tradicional, son un elemento muy importante en esta transición, todo al mismo tiempo que se fueron cometiendo ataques a la democracia en el país en todos los frentes posibles.
Aunque todavía es pronto para saber si estos dos intensos años de Gobierno terminarán por convertirse en una guía para dictadores millenial, las señales no pueden ser más preocupantes ya que Bukele ha hecho todo lo que un Ejecutivo puede hacer para dañar las instituciones de un país. El camino a una dictadura se hace cada vez más corto.