Entre las tantas amenazas que ha pronunciado el presidente de Rusia, Vladímir Putin, y el Kremlin, como realizar ataques relámpago o utilizar armas nucleares contra cualquier país que interfiera en lo que ocurre en Ucrania bajo la advertencia del “grave y real” peligro de una Tercera Guerra Mundial, cumplió con una de ellas: cortar el suministro de gas a aquellos países extranjeros no amistosos que no quieran pagar en rublos.
El oso soviético se siente acorralado, porque sus objetivos militares en territorio ucraniano no marchan según lo planeado, su avance en el este y sur de Ucrania es lento y desigual a consecuencia de la férrea resistencia por parte del ejército vecino que le ha imposibilitado tomar el control total del Dombás para crear un corredor terrestre desde esa región hasta la anexionada península de Crimea, en el mar Negro. A ello hay que sumar que tras la conferencia en la base militar de Estados Unidos en Ramstein varios países, entre ellos Alemania, reforzaron su compromiso de enviar armas pesadas a Ucrania con el fin de que Kiev gane la guerra. Por ello es que Rusia utiliza el gas, el producto más valioso que exporta, para desestabilizar a Europa.

El gigante energético ruso, Gazprom, anunció la suspensión del envío de gas a las empresas Bulgargaz de Bulgaria y PGNiG de Polonia. El oso ha sacado sus garras para mandarle una advertencia a Occidente: se defenderá con todos los instrumentos disponibles para hacer frente a las sanciones económicas.
A Putin le importan poco las consecuencias que tengan sus determinaciones en Europa, tampoco tiene respecto hacia ninguna autoridad como constató el bombardeo ruso a Kiev, después de dos semanas de sin ataques, durante la visita del secretario general de la ONU, António Guterres, con quien el mandatario ruso discrepó fuertemente durante su encuentro en Moscú.
El 31 de marzo, el presidente de Rusia firmó un decreto que establece que los compradores deben de abrir cuentas en rublos en Gazprombank, el cual entró en vigor a partir del primero de abril. Las empresas y gobiernos europeos rechazaron la demanda del Kremlin, porque consideran que es un incumplimiento del 97% de los contratos existentes que indican como método de pago el euro o el dólar estadounidense.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, calificó al anuncio de Gazprom como “un nuevo intento de Rusia de chantajearnos con el gas”. En el mismo sentido apuntó el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, quien dijo que “Rusia considera el gas y cualquier otro producto que pueda exportar como un arma y los usará para chantajear a Europa”.
Por su parte, el alto represente de la Unión Europea, Josep Borrel, afirmó que el bloque debe reducir la dependencia al gas y al petróleo ruso y que ningún Estado miembro incumplirá con los términos previstos de los contratos, es decir, donde diga que se pague en euros o dólares se pagará en dicha moneda, porque aplicar el sistema que exige el Kremlin constituye una violación a las sanciones europeas contra Moscú.

Esta agresión, considerada como la más dura de Rusia ante las medidas impuestas por Occidente, guarda un trasfondo: los contratos con las empresas gasísticas de los países miembro de la Unión Europea vencen al finalizar el año y habían anunciado que no los iban a renovar, por lo que Rusia prefirió adelantarse para verse fuerte.
Polonia y Bulgaria estaban notificados sobre esta suspensión, la cual tildaron de una violación contractual, y afirmaron que ninguno de los dos sucumbirá al chantaje.
Varsovia señaló que su país está preparado para este cierre del suministro de gas a través del gasoducto Yamal-Europa, que conecta los yacimientos de gas natural ruso en la península de Yamal y Siberia occidental con Polonia y Alemania, a través de Bielorrusia.
El gobierno polaco precisó que desde hace tiempo es independiente energéticamente, desde el 2015 incrementó la producción nacional y buscó nuevos proveedores (Alemania, Qatar, Estados Unidos y Noruega), tiene una terminal de gas natural licuado (GNL) en la localidad de Swinoujscie y terminará a finales de año el gasoducto Baltic Pipe, que llevará gas de Noruega a Polonia. Por otra parte, el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, aseveró que la medida fue una venganza por las sanciones.

Sofía expresó que el suministro de gas está garantizado y que no hay riesgo para su seguridad energética. El gobierno búlgaro aseguró que reconsiderará todos sus contratos con Gazprom, incluso uno de tránsito, y, por si fuera poco, autorizó el envío de armas a Ucrania para ayudar a repeler la invasión rusa.
Bulgaria tiene una gran dependencia energética, cubre tres cuartas partes de sus demandas con el gas procedente de Rusia y tiene sus reservas al 17%, a diferencia de Polonia que satisface 45% de sus necesidades con el combustible ruso y cuenta con sus almacenes al 80%. Por otra parte, Sofía asegurará su suministro energético desde Grecia y Turquía y mediante GNL como lo hacen Lituania, Países Bajos y Polonia.
Rusia, que es el segundo mayor productor de gas natural en el mundo, podría extender la medida a otros países, aunque la advertencia parece ir dirigida principalmente a Alemania, mayor cliente de Gazprom, debido a que Berlín anunció el envío de tanques antiaéreos Gepard a Ucrania, detuvo la certificación del oleoducto Nord Stream 2 y cuyo canciller, Olaf Scholz, mantiene su negativa a que las empresas alemanas paguen en rublos.

En principio no están previstos más cortes de gas hasta la segunda mitad de mayo, que es cuando deben entrar otros pagos en rublos. Hasta ahora diez compradores europeos de gas ruso, entre ellos Hungría, han abierto cuentas especiales en rublos en Gazprombank y cuatro ya han efectuado los pagos en la moneda rusa, según la agencia Bloomberg.
Pese a que Europa se prepara para la transición hacia las energías verdes, importa 45, 3% del gas de Rusia y catorce países europeos necesitan 50% del gas ruso, según datos de la Agencia Europea para la Cooperación de Reguladores de Energía (ACER). La lista está integrada por: Bosnia-Herzegovina, Macedonia del Norte, Moldavia (con 100%), Finlandia, Georgia, Letonia (por encima del 90%), Croacia (68%), República Checa (66%), Austria (64%), Alemania (55%) y Grecia (51%).
Lituania es el ejemplo a seguir. A principios de abril se convirtió en el primer país europeo en detener las importaciones de gas ruso y cubre sus necesidades mediante la terminal de gas licuado del puerto de Klaipeda, además de la conexión con Letonia y, próximamente, Polonia.
De hecho, las repúblicas bálticas (Letonia, Lituania y Estonia) fueron las primeras en anunciar que no pagarían el gas ruso en rublos y apostar por GNL.

“La dependencia del viejo continente al gas ruso ha ido demasiado lejos”, como dijo Borrell, aunque por ahora Europa puede respirar aliviada, está en temporada de calor y durante este periodo puede aprovechar para acelerar en reducir su dependencia antes de lo pactado (2030), opciones hay muchas, aunque los efectos colaterales conllevan sacudir el mercado energético y que se disparen los precios. Sin embargo, Putin podría lograr su objetivo: provocar la división de la Unión Europea, porque la dependencia varía entre los integrantes del bloque. Esperemos que haya una respuesta coordinada como dijo von der Leyen.
Europa desea que la primavera y el verano se hagan largos para no sufrir las consecuencias del alza de demanda en la temporada de calefacción, en caso de que Putin cierre el grifo a más países. Bajo esta incertidumbre que pone en predicamento al viejo continente, Vladímir Putin ya cumplió con una de sus amenazas, parcialmente, veremos si es la única y si solo la utiliza para jugar al despiste.
