El control sobre los recursos energéticos se sitúa en el centro de muchos de los conflictos armados del S.XXI: Irak, Siria, Nigeria, Sudán del Sur o Ucrania son algunos de ellos. Este último ha hecho que una Europa en plena adaptación a la “nueva normalidad” post-Covid 19 vea más cerca que nunca la posibilidad de un conflicto militar abierto con Rusia desde el fin de la Guerra Fría. Más allá de la soberanía y la defensa de la democracia y la libertad, una de las razones que más preocupan a los países del viejo continente es la amenaza a su seguridad energética.
La situación en las fronteras ucranianas aumenta la necesidad de abordar la crisis energética que sufre Europa. Pero ¿qué papel está jugando Rusia en la escasez de gas natural en la región? ¿Qué otros factores están teniendo un papel decisivo? ¿Tiene algo que ver en las subidas históricas en el precio de la luz de las que hemos podido ser testigos este pasado año? ¿Es real la posibilidad de un “Gran Apagón”?
¿europa se queda sin gas?
La energía puede generarse mediante recursos renovables o la combustión de combustibles fósiles como por ejemplo, el gas natural, que representa el 22% de la electricidad total consumida en la UE. El mercado europeo del gas, como el del resto del mundo, se ve afectado por diversos conflictos de interés y demás circunstancias geopolíticas, pero no es sino ahora que la situación lo ha convertido en un tema recurrente de actualidad.
La tasa de dependencia energética europea es del 61%, lo que significa que más de la mitad de las necesidades energéticas de los países de la UE se cubren gracias a la importación de la materia necesaria. De este porcentaje, el 27% se compone de gas natural procedente de Rusia, siendo asimismo el mayor proveedor de crudo.

Rusia provee a los países de la región central y este, mientras que Noruega y Argelia son los principales exportadores para los países nórdicos y mediterráneos respectivamente. La electricidad generada por el gas natural es de uso mayoritariamente doméstico y es la principal fuente de calefacción en millones de hogares. El método de transporte puede presentarse bien mediante gaseoductos subterráneos o en forma licuada, almacenado en tanques que son transportados por vía marítima.
La red de gasoductos europea es extensa y figura como el principal sistema de abastecimiento para la mayoría de países, con excepciones como es el caso de España, que adquiere por este método solo el 31% de su gas natural.
La revitalización de la economía mundial, el aumento de demanda y un invierno más frio han disparado los precios del gas natural hasta cuadruplicar los del 2020. La producción doméstica también ha caído desde que en 2018 el principal campo de gas europeo, Groningen (Países Bajos), iniciase el cese gradual de su producción.
rusia y el gas como arma disuasoria
El pasado septiembre, un nuevo gasoducto capaz de cubrir más de la mitad del consumo de gas anual de Alemania que conecta directamente con Rusia a través del mar Báltico, se finalizaba tras siete años de construcción y quedaba a la espera de las certificaciones oficiales del gobierno en Berlín. El Nord Stream 2 ha sido un foco de discordia desde el anuncio de su proyecto entre los países europeos, Rusia y EEUU. Washington lo ve como una nueva puerta hacia el incremento de la influencia rusa sobre Europa y elemento desequilibrante de la competencia en el mercado energético.
Gazprom, empresa vinculada al Kremlin que posee una red de gasoductos de 158 km de tuberías, controla el flujo a través del Nord Stream 2. El carácter estatal de la corporación concentra una gran capacidad de poder y decisión en el gobierno de Vladimir Putin y dota al funcionamiento de los gasoductos de una fuerte politización. El suministro energético se ha convertido así en una de las fichas más importantes en el tablero geopolítico europeo y Rusia se ha servido de la ventaja que tiene sobre ella para implementar sus intereses.

A lo largo del 2021, los metros cúbicos de gas procedentes de Rusia disminuyeron acusadamente ante el estancamiento en los procesos de aprobación del gobierno alemán para el Nord Stream 2. Un grupo de parlamentarios europeos pidió a la Comisión abrir una investigación sobre Gazprom para esclarecer su papel en la escalada de precios y reducción en las cantidades de gas enviado a los países de la UE. La International Energy Agency (IEA) afirmó que mientras se estaban cumpliendo con los mínimos establecidos en los acuerdos firmados con las autoridades europeas, “Rusia podría hacer más por asegurar la disponibilidad de gas en Europa y asegurar que las reservas estuviesen cubiertas hasta los niveles adecuados para pasar el invierno”
La estrategia rusa del gas también ha jugado un papel importante en la situación actual en la frontera ucraniana. La puesta en marcha del nuevo sistema de gasoductos dejaría parcialmente obsoleta la ruta actual a través del subsuelo de Ucrania, lo cual privaría al país de una de sus fuentes de ingresos más valiosas: los derechos de tránsito.
Este enero Joe Biden afirmaba que “si Rusia invade (Ucrania), no habrá Nord Stream 2”. El presidente norteamericano no ha especificado como llevaría a cabo este objetivo, y el canciller alemán Olaf Scholz no declaró que cerraría su extremo del Nord Stream 2 pero aseguró que actuaría en unidad con Estados Unidos.

EEUU, Reino Unido y la UE ya han negociado un paquete de medidas sancionatorias entre las que, por ejemplo, se encuentra la expulsión de Rusia del SWIFT, el sistema interbancario de transferencias internacionales, lo cual comprometería gravemente las relaciones comerciales y financieras del país con el exterior. Mientras que Ursula Von der Leyen y Biden declararon conjuntamente que la Unión y EEUU intensificarán su cooperación energética.
Moscú por su parte ha seguido con su agenda geopolítica y ha sabido adaptarla a la situación de crisis actual. Putin viajó a Pekín para presenciar la inauguración de los JJOO de Invierno y se reunió con Xi Jinping por primera vez desde el inicio de la pandemia. Ambos líderes firmaron una declaración en contra de los “enfoques ideologizados de la Guerra Fría” y “la expansión de la OTAN por Europa del Este”, estableciéndose así como un frente firme en contra de la Alianza Trasatlántica.
Sus gobiernos han acordado asimismo un contrato que duplica las exportaciones de gas natural hacia China a través del Power of Siberia 2. Moscú consigue así cubrir las posibles faltas de ingresos que pudiesen producirse en caso de sanciones sobre el Nord Stream 2 y tener un cliente a quien derivar el gas que no dirija a Europa como respuesta a las sanciones que puedan poner en acción.
otros frentes abiertos y planes de futuro
Decir que la única y más importante razón de la actual crisis energética en Europa se encuentra en las tensiones ruso-ucranianas sería ignorar toda una lista de condicionantes que presagiaban y explican el encarecimiento de la electricidad y la bajada en las importaciones de la materia prima.
El periodo más duro de la actual crisis sanitaria ya ha pasado y la economía mundial recupera dinamismo mientras las fronteras se abren y los flujos comerciales recuperan sus ritmos pre-Covid 19. Hay una mayor demanda de energía, especialmente de la menos contaminante, y para muchos países que todavía ven lejos la transición ecológica, el gas es la mejor opción.
El sur de Europa, que no depende del gas ruso de manera vital como Alemania o Austria, también ha visto amenazada su seguridad energética, especialmente España. El pasado noviembre, Marruecos cerraba el gasoducto Magreb-Europa ante la escalada de tensión diplomática entre Argelia y Marruecos por la disputa del Sahara Occidental, lo que obligó al gobierno español a terminar cuanto antes la ampliación del Medgaz.

Aun así, las instituciones han tenido que trazar planes para incrementar el volumen de gas importado por vía marítima en su forma licuada, lo cual supone apoyarse en un sistema más complejo y lento que implica la transformación del gas, su traslado y posterior regasificación para poder introducirlo en el sistema de tuberías.
Ésta bien podría ser una alternativa para los países de Europa Central: incrementar sus volúmenes de importación de gas licuado. Al contrario del caso español, la mayoría del gas consumido en Europa se transporta vía subterránea y el cambio a un modelo apoyado principalmente en el gas licuado supondría un importante esfuerzo logístico. En diciembre, la mitad del gas líquido exportado por EEUU se dirigió a Europa, en comparación con el 37% enviado a principios del 2021.
Recientemente se hizo público que la puesta sobre la mesa de la OTAN de la posibilidad de construir un gasoducto España-Alemania que ayude a reducir la dependencia del centro del continente de Rusia, conectando la región con el sistema Medgaz y el gas licuado que llegase a las plantas de regasificación de la península Ibérica. Para conseguir esto, tendría que recuperarse el proyecto del gasoducto Midcat, un corredor trans-mediterráneo que partiría desde Barcelona, tachado como de insolvente ante el auge de las energías renovables.
En junio la Asamblea General de la OTAN se reunirá en Madrid y aún sin saber con certeza si las previsiones de Biden de un avance militar ruso en Ucrania durante las próximas semanas son ciertas, el papel de Rusia en la esfera europea y la necesidad de abordar la vías alternativas de abastecimiento energético cumplen los requisitos para ser temas prioritarios a tratar.