Ante la incapacidad de Bruselas y Washington de poder actuar militarmente en Ucrania por el funesto desenlace que acarrearía, el objetivo principal de Occidente fue declarado frente al mundo hace ya unas semanas: la cartera de Putin. Las primeras sanciones tomadas por parte de los países europeos junto EE.UU. tienen como finalidad fundamental debilitar la economía rusa, limitar las acciones de sus empresas y atacar financieramente a la cúpula de poder del país.
Un ejército necesita recursos económicos para avanzar. Un líder necesita dinero para mantener al pueblo contento y estable en periodo de guerra. Por este motivo, desde 2014 Putin estuvo preparando su economía para poder resistir las sanciones que ya Rusia anticipaba. ¿El motivo? Los planes y la preparación de la invasión de Ucrania habían dado comienzo. Durante 8 años, fuimos testigos de la notable evolución de la actitud del país en el mercado mundial sin darnos cuenta de la magnitud de lo que el Kremlin preparaba. Sorprendentemente, este cambio en la dinámica económica del país más grande del mundo coincide con las primeras tensiones en la región ucraniana del Donbás.

Antes de entrar en el meollo de la cuestión, permítanme una digresión sobre la importancia de la moneda nacional en el mercado mundial, en este caso el rublo. Tener una moneda poderosa es el seguro para poder controlar su inflación. A pesar de los que muchos pueden pensar en relación con este fenómeno económico, la inflación es un proceso sano cuando está bajo control. Pero con las herramientas y mecanismos adecuados, se puede hacer mucho daño a las finanzas de un país si se atacan, precisamente, objetivos tan críticos como la inflación y la moneda. Así, las sanciones de Occidente se han puesto en marcha para disparar la inflación del rublo y debilitarlo lo máximo posible.
Una de las consecuencias directas de estas medidas es la de limitar el poder de importación ruso. Por ejemplo, si ayer un ciudadano o una compañía rusa promedio tenía que gastar 10 rublos para poder comprar una fresa de procedencia española, después de la inflación del 50% del rublo a consecuencia de las sanciones, tendrán que gastar 15 rublos para adquirir la misma fresa.
Por esta razón, es sumamente importante tener reservas de monedas extranjeras en los bancos centrales para poder defender la moneda nacional en el sistema financiero mundial. Pongamos el caso de la existencia de una cantidad significativa de rublos en el mercado. Gastar, por ejemplo, euros desde la reserva puede ayudar a repatriar la moneda doméstica y tener el control sobre su disponibilidad.

Vladimir Putin y su entorno tomaron como referencia las sanciones del 2014 —año en el que se produjo la anexión de la península de Crimea— para diseñar una arquitectura económica sólida y defender su reserva de monedas extranjeras ante la posible respuesta de Occidente derivada de una intervención futura en un tercer país. Hay que decir que una reserva se construye gracias a los excedentes comerciales, es decir, cuando se vende más de lo que se compra. En el caso de Rusia, sus exportaciones de gas y petróleo han ayudado sobremanera a alimentar su reserva de cambio de divisas.
A día de hoy, la reserva del Banco Central de la Federación Rusa está estimada entre 500 y 640 mil millones de dólares compuestos por un 35% de euros, un 15% de dólares, un 20% de oro y una variedad de monedas internacionales, donde el yuan ocupa parte importante de las mismas. A esto se puede añadir el denominado “Fondo para las Generaciones Futuras”, un fondo soberano de 180 mil millones de dólares, también nutrido gracias a las energías fósiles. Con esto se llega a la cifra del equivalente de 850 mil millones de dólares —casi la mitad del PIB ruso— de monedas extranjeras. Es una cantidad que se podría considerar atípica, y mucho más, en una lógica pacífica en donde un país solo quiere defender su moneda e intercambiar con otras naciones.
Gracias a toda esta planificación, hoy Rusia puede mantener su nivel de consumo de productos importados durante 16 meses, sin adquirir ningún otro producto del exterior. Si se echa la vista atrás, concretamente al año donde inició el conflicto en Ucrania (2014), la capacidad de supervivencia económica de Rusia —sin exportar— era de un estimado de entre 7 u 8 meses.
Otra medida a la que se debe prestar atención fue la utilizada para preparar la economía rusa con el objetivo disminuir la deuda pública del país. En 10 años, Moscú ha pasado del 30% del PIB al 19%. Una parte importante de los dueños de esta deuda que estaban en manos de empresas privadas extranjeras, pasaron a formar parte de inversores de procedencia rusa. Es decir, durante esos 10 años Putin estuvo presionando a los oligarcas para poder regresar a casa la deuda y, de esta forma, estar seguro de que ningún país “enemigo” pudiera tener influencia sobre el débito de Rusia. A modo de comparación, la deuda pública española llego al 122% del PIB final de 2021, al 116% del PIB en Francia en el mismo periodo y al 125% del PIB en abril de 2021 en Estados Unidos.

Pero la medida estrella del Kremlin para inmunizarse de un posible ataque de su enemigo histórico, fue deshacerse de los dólares de su economía. Vladimir Putin tuvo el ejemplo del embargo a Irán, cuando al país árabe se le prohibió usar dólares en el mercado internacional, privándole de la venta de su recurso más preciado: el petróleo.
En un periodo de 10 años, la proporción de moneda estadounidense en los ingresos exteriores rusos se ha reducido en un 40%. Los grandes exportadores controlados por el capital estatal han renegociado al máximo sus contratos para facturar en otras monedas, principalmente en euros (esta divisa es muy importante para Rusia debido a que los países europeos representan un mercado enorme para el gas ruso). Como consecuencia de esta política económica, el porcentaje de stock de moneda rusa en dólares es solo del 15% en la actualidad, cuando hace apenas unos años estaba en torno al 40-50%. Una medida que muchos podrían calificar como acertada, mucho más, cuando se observa que Washington decidiera abandonar todo tipo de intercambio con Moscú en cuanto al mercado de las energías. Decisión que la Unión Europea está tardando en implementar por culpa de su dependencia al gas ruso.
Un último punto relevante en este asunto versa sobre la estructura de las importaciones rusas. El mundo fue testigo de un cambio notable de proveedor de Moscú. Dejando atrás a la vieja Europa, fiel aliada del diablo norteamericano, Rusia puso rumbo al este del mundo mirando hacia China, con quien comparten el recelo a la OTAN y la ambición por reorganizar el orden mundial. Hoy, las importaciones chinas representan 20% de las importaciones totales de la Federación Rusa.
Otro movimiento orquestado desde el Kremlin y destinado a contrarrestar los efectos de los ataques económicos occidentales, fue el de limitar sus importaciones sobre los productos estratégicos en tiempo de guerra. Un buen ejemplo que se podría mencionar es el de los productos lácteos. Antes de 2014, Rusia era uno de los países que más importaba productos lácteos. Después de 2014 y de las sanciones por la anexión de Crimea y los ataques en el Donbás, Putin decidió poner en marcha nuevas granjas en todo el país para lograr mayor independencia de los países europeos y así limitar las consecuencias de la inflación del rublo sobre este tipo de productos. En el momento en el que se escribe este artículo, Rusia no importa ningún producto lácteo. Es más, incluso ha empezado a expórtalos. Durante todo este tiempo, el gobierno ruso ha desarrollado la producción nacional de varios productos estratégicos previendo el desenlace que podría provocar una acción militar en Ucrania.
conclusión
Gracias a la implementación de estas medidas desde hace años, Putin se ha preparado para enfrentarse a los países occidentales en el campo de batalla financiero. Sin embargo, la congelación de sus activos representan el golpe más fuerte contra su ciudadela económica. Además, se puede añadir a este paquete de medidas las destinadas a afectar de forma directa a los oligarcas rusos, pilares en la estabilidad política del ex miembro del KGB, y quienes podrían cambiar el rumbo del país
Por otro lado, la dependencia europea del gas ruso podría tender a minar, o incluso aniquilar, la eficacia de las sanciones. De hecho, los activos en euros que se han quitado con la mano derecha (deshaciéndose así de la liquidez en euros), se devuelven con la mano izquierda comprando gas ruso (el 40% de las importaciones de gas en Europa todavía son de origen ruso). Lógicamente, de aquí surge una nueva pregunta: ¿Puede Europa seguir los pasos de EE.UU. y aplicar un embargo contra el gas ruso? Cuestión difícil de responder en estos momentos de la guerra. Habrá que prestar especial atención a cómo se desarrolla el conflicto en las siguientes semanas para ver qué decisiones adoptan los principales actores inmersos en Ucrania.
