El país de tradiciones centenarias que es el Reino Unido vivió una ruptura con el Brexit. Adoptada por la población en un referéndum en 2016, esta decisión dio forma a la política inglesa de los últimos años. El primer ministro pro-europeo de aquel entonces dimitió, dejando en el puesto a una Theresa May desaventajada en relación con su propio partido, que no apoyaba su postura suave para hacer efectivo el Brexit. Entre los detractores de May se encontraba Boris Johnson —»el señor Brexit»— partidario de una separación dura con la Unión Europea y quien se convirtió en el siguiente primer ministro del Reino Unido, y que hoy está obligado a dimitir por sus numerosas insensateces.
Mientras que Johnson forjaba su popularidad a través del nacionalismo y críticas a la Unión Europa, hoy somos testigos de cómo acaba su gobierno antes de lo esperado, dejando un país con numerosos asuntos por resolver. Esta complicada situación se ha alcanzado por la combinación de varias decisiones. En primer lugar, por un Brexit mal gestionado con un acuerdo elaborado deprisa y corriendo. En segundo lugar, por un manejo deficiente de la pandemia de COVID-19 con los consecuentes resultados. Y, en tercer lugar, una crisis económica y social alimentada por la reciente invasión de Ucrania. Además, los últimos meses fueron momentos de revelación sobre las numerosas mentiras que dijo tanto a su partido como a la población. La decepción fue claramente reflejada por su pueblo, pero también por su partido, cuyo apoyo fue desapareciendo paulatinamente sin tener, aparentemente, un impacto en los movimientos de Johnson, puesto que viendo cómo se ha desarrollado la situación, lo único que le interesaba era quedarse en el poder.

El primer fracaso de Boris Johnson fue claramente el acuerdo del Brexit, mismo que fue firmado con premura justo antes de la fecha límite. Él mismo se había comprometido a no alargar más las negociaciones que ya estaban durando desde hacía tres años. El primer ministro afirmaba que las relaciones comerciales y diplomáticas del Reino Unido con la Unión Europea iban a seguir sin apenas modificaciones. Sin embargo, desde el inicio de su gobierno se observó que este no iba a ser el caso y los intercambios de varios tipos de productos se redujeron drásticamente. El mayor problema al cual el país se enfrentó fue la escasez de mano de obra que no permitió al sector de la agricultura o del transporte de mercancías funcionar a su máxima capacidad. Como consecuencia, el Reino Unido sufrió problemas de suministros en diferentes sectores y perdió importantes ganancias. Se ha de subrayar que se revelaron inexistentes los presuntos ahorros que el país debía hacer al dar finalizada la participación en el presupuesto de la Unión Europea. Estos asuntos, juntos con muchos otros, han demostrado que Reino Unido perdió más de lo que ganó al separarse brutalmente de la UE.

Los efectos del Brexit se mezclaron con la pandemia del COVID-19, que muchos han tachado de estar manejada sin lógica, o más bien, gestionada bajo la lógica del dinero. En marzo de 2020, Boris Johnson reveló la estrategia del país: alcanzar la inmunidad colectiva al no confinar la población y prepararse a ver a sus parientes morirse por el coronavirus. El objetivo era disminuir el impacto sobre la economía, misma que ya estaba afectada por el efecto del Brexit. De hecho, Johnson no podría defender un balance económico post-Brexit favorable si estuviera confinando a sus trabajadores. Sin embargo, pocos días después declaró el confinamiento al ver que el NHS (sistema de salud inglés) se estaba saturando por los numerosos casos llegando a Urgencias y la falta de inversiones en los hospitales públicos. Otro error clave del primer ministro fue la decisión de poner fin al segundo confinamiento y volver a abrir los comercios en diciembre de 2020 para reactivar la actividad económica durante el mes de las fiestas de fin de año. Un mes después, el Reino Unido fue el primer país europeo en alcanzar los 100.000 muertos y Boris Johnson pidió perdón por la mala gestión de su gobierno y asumió la responsabilidad.
En la actualidad y como muchos medios afirman, Boris Johnson abusó de la paciencia de su población, pero sobre todo de su propio partido. Incluso perdió el apoyo de sus ministros y los miembros del partido conservador como consecuencia de sus numerosas mentiras y escándalos. Las mentiras de Boris Johnson no son nuevas: ya daba cifras falsas en 2016 sobre las contribuciones británicas a la Unión Europea con el fin de apoyar su argumento pro-Brexit (decía que eran 350 millones por semana pero en realidad eran 135 millones). Desde hace un año, los escándalos iniciaron con el famoso Partygate con fotos de fiestas entre ministros y Boris Johnson publicadas por diferentes medios de comunicación, mientras el resto del país estaba en confinamiento. Lo más ofensivo de este Partygate fue la fiesta que tuvo lugar en la víspera de las exequias del Príncipe Philip. La Reina Elizabeth II tuvo que asistir a la ceremonia aislada debido a las estrictas reglas en relación a la pandemia de COVID-19, mientras los miembros de gobierno no las respetaban. Boris Johnson negó varias veces su responsabilidad y su participación en estas fiestas hasta que recibió una multa y terminó por disculparse.

Más tarde, Boris Johnson admitió el 4 de julio de 2022 que había mentido en cuanto a su conocimiento de la inculpación de un miembro de su gobierno, Christopher Pincher, por tocamiento de dos hombres en una discoteca. Dos días después reveló, tras llevar años desmintiéndolo, que se reunió con un antiguo espía del KGB en el pasado, de manera informal, y que ayudó a nombrar a su hijo como Lord en la cámara alta del Parlamento. Esta acumulación de mentiras precipitó la dimisión del primer ministro que resistió las críticas hasta el último momento. Parece claro que esta decisión no es la suya y está obligado hacerlo. Desde siempre, Boris Johnson cambió de discurso, por ejemplo en cuanto al Brexit (antes decía que el problema no era la UE sino el Reino Unido mismo) y mintió para servir a sus propios intereses y mantenerse al poder. Sin embargo, esto no puede funcionar cuando se suman los escándalos y una inflación incontrolada por el gobierno debida, en parte, a la guerra de Ucrania y con una impacto tan significativo en la vida de la sociedad inglesa. Al final, el espectáculo ha terminado.
En este momento sería precipitado pensar que la situación del Reino Unido va a cambiar radicalmente por tener un nuevo primer ministro. Además, una reunión entre el Reino Unido y la Unión Europea en los próximos años, deseada por las personas pro-europeas, parece imposible puesto que sigue siendo una decisión del pueblo. Empero, entre los Tories (el partido conservador) no hay solo euroescépticos, sino que existen opciones para que un candidato con una visión más colaborativa de las relaciones con la UE pueda llegar a Downing Street. De hecho, se podría esperar un acercamiento amigable entre los británicos y la UE, sobre todo en el contexto de la guerra ruso-ucraniana en el cual es importante mostrar una solidaridad y cohesión europea. De este modo, el Reino Unido cierra un capítulo de la vergüenza sistemática que provocaron Boris Johnson y sus colaboradores.
