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LA CAÍDA DEL TELÓN DE BO XILAI

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En el contexto del XX Congreso Nacional del Partido Comunista de China se ha prestado atención a las disputas internas entre las facciones del PCCh, las cuales han sido habituales a lo largo de los años (como en tantos otros partidos del orbe). Ahora que parecen cada vez más diluidas dada la impronta de Xi Jinping, no está de más rescatar la figura de Bo Xilai, que con su ímpetu mesiánico provocó un temblor interno en el Partido difícil de olvidar.

Bo Xilai fue posiblemente el político chino más carismático de su época, con una carrera meteórica que despegó en la ciudad de Dalian (provincia de Liaoning) en 1984 y que años después pudo situarle como rival directo de Xi Jinping en la lucha por el poder. Su historia fue una de las más turbulentas en la China posterior a Tiananmen. Su estatus de celebridad y la propaganda al estilo de Mao que ejerció le condujeron por un carril de un único sentido hacia el descrédito.

Ajeno al habitual carácter tecnocrático de los dirigentes chinos, Bo fue lo más parecido a un político occidental. Como alcalde de Dalian, Bo mejoró la infraestructura de la ciudad mientras se guiaba por una fórmula para hacerla destacar: atractivas zonas verdes, el mejor equipo de fútbol y espectaculares desfiles de moda. Su comportamiento elegante y seductor fue parte de la construcción de su personalidad como celebridad, cuyo objetivo principal era conseguir un asiento en el Comité Permanente del Politburó del Partido Comunista de China. Para conseguir réditos no dudó, por ejemplo, en mostrarse en público con su distante cónyuge Gu Kailai, algo inusual entre los líderes chinos hasta la llegada de Xi Jinping, probablemente debido al pésimo papel que ejerció Jiang Qing, la cuarta y última esposa de Mao.

Este ansia de protagonismo y la consecuente turbación de la armonía social que tanto aprecian los chinos provocó que fuese trasladado a la secretaría del Partido en Chongqing y, por lo tanto, alejado del centro político, Pekín. Aparte de la alcaldía de Dalian, ya había ostentado el cargo de gobernador provincial de Liaoning y el de ministro de Comercio. Una vez en Chongqing, Bo restauró la “cultura roja”, en forma de canciones (changhong), consignas patrióticas y el levantamiento de estatuas de Mao, lo que supuso la mayor defensa activa del Gran Timonel hasta la fecha. Cabe recordar que Bo Xilai formaba parte de la facción de los “príncipes” (taizidang), al igual que Xi Jinping, ambos hijos de altos dirigentes del Partido.

Para capitalizar el apoyo de los ciudadanos de Chonqing, Bo se apoyó en el jefe de policía Wang Lijun para combatir la corrupción y la mafia y así financiar la inversión en infraestructura y política social. Este acercamiento popular se reflejaba en los actos públicos, donde se le veía sonriendo y estrechando la mano a los presentes, imagen que contrasta con la rigidez tecnocrática del primer ministro Wen Jiabao cuando le lanzaron un zapato en la Universidad de Cambridge. Ya en el poder, Xi replicó esta estrategia al visitar zonas del sur del país sin corbata y mostrando un aspecto más bonachón. De hecho, Xi apoyó en 2010 la campaña roja implantada por Bo. Sin embargo, también se ha interpretado la persecución a la mafia en el contexto de la lucha partidista que habría incluido entre sus rivales, además de al futuro presidente, a los miembros del Politburó He Guoqiang y Wang Yang.

Bo Xilai solía decir que “la base más importante de una sociedad armoniosa es ganar los corazones de la gente”. Para ello promulgó políticas de vivienda social para los estratos sociales de bajos ingresos —la construcción de 40 millones de metros cuadrados— junto con la relajación de las restricciones del permiso de residencia familiar (hukou) y la cruzada antimafia. Como indicó Willy Lam, Bo era un “príncipe” carismático, así como un reciclador de ideas: tanto la figura de Mao Zedong y su changhong, como el igualitarismo de Hu Jintao o las políticas de vivienda de Li Keqiang en su etapa en Liaoning. Otra característica de la línea ideológica del dirigente era su crítica a la permisividad capitalista y la mercantilización social del Estado. En el Congreso Nacional del Pueblo en 2012 Bo afirmó: “si solo unas pocas personas son ricas, entonces somos capitalistas, hemos fracasado”. Aquí Bo revelaba su inconsistencia teórica al olvidar que la integración del capital resulta consustancial en cualquier Estado que se halle en la fase de transición socialista rumbo hacia la definitiva disolución de clases y la constitución del Estado comunista.

Lo ocurrido en el período 2007-2012 supuso un desafío al orden institucional, que radicaba en el impulso que generó Bo Xilai a través de un triple conflicto. En primer lugar, la escisión entre las dos facciones principales del partido: los “príncipes” (taizidang), representados principalmente por Xi Jinping y Bo Xilai; y la “Liga de la Juventud” (tuanpai), con Hu Jintao y Li Keqiang al frente. En segundo lugar, la visión divergente sobre el modelo de Estado: la vía “desarrollista” y el enfoque más conservador. Y, por último, el moderno proceso de mediatización frente al tradicional perfil bajo de los cuadros, o la distinción que hace Elaine Jeffreys entre celebridad política y figura pública.

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Hu Jintao y Xi Jinping, representantes de las dos principales facciones del PCCh | 中国瞭望

Paradójicamente, el Partido tomó una decisión y adoptó la estrategia de mediatización en beneficio propio. El juicio a Bo Xilai fue transmitido en vivo por Sina Weibo. Esta muestra de transparencia reveló la naturaleza extraordinaria del caso, con un recorrido solo comparable al proceso de la Banda de los Cuatro en 1981. De esta manera, Bo experimentó el auge y caída típico de las celebridades, como le ocurrió a la famosa actriz Zhang Ziyi, cuya participación en la película Memorias de una geisha fue vista como una traición a las lealtades nacionales. En el XI Congreso de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino se contó con un 6% de celebridades entre sus delegados. De sus 200 propuestas solo se promulgaron seis, lo que da la medida de cómo en China la celebridad está subordinada a la categoría política y del escaso peso que estas tienen más allá de su imagen y labor filantrópica. Sobre la peculiar forma de Bo de entender la política, un exfuncionario de Dalian dijo: «le gustaba atribuirse el mérito de sus acciones. Le gustaba el espectáculo. En China, la gente con ese tipo de personalidad acaba así”.

Bo Xilai circunscribió un lugar para la narrativa de su campaña de “cultura roja” concebida dentro de las fronteras del Partido, movilizando recursos ya sea materiales o humanos, como la nostalgia del pasado dirigida a los ancianos. La idea residía en consolidar esquemas culturales en las esferas sociales para configurar estructuras políticas poderosas. Quizás Bo supo capitalizar la máxima de Juvenal respecto a los principales deseos del pueblo: pan y circo. Estos días, Xi Jinping ha subrayado el concepto de una sociedad armónicamente próspera (xiaokang shehui), que es una vuelta a Confucio. Bo Xilai, como celebridad política, se refugió en un espectáculo que le permitió actuar entre bastidores mientras el público supuestamente estaba satisfecho. Al mismo tiempo, expuso al régimen chino a la esfera mediática, mostrándose reacio en primera instancia a la “espectacularización” inherente a la misma, pero finalmente capitalizando el valor simbólico que conllevaba la celebridad.

El 22 de septiembre de 2013, medio año después del nombramiento de Xi Jinping como presidente de China, Bo Xilai fue condenado a cadena perpetua acusado de soborno, abuso de poder y corrupción. Precisamente, la campaña anticorrupción sería uno de los estandartes de la primera legislatura del gobierno de Xi.

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