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Veinte años de paz en Sierra Leona. Segunda Parte

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SEGUNDA PARTE

En la primavera de 1995 los guerrilleros imberbes del RUF decidieron romper el estancamiento, lanzando su primera ofensiva contra la capital. Para el 14 de abril sus tropas se encontraban a apenas 15km del centro de Freetown, tomando el control de la intersección de la carretera a Lungi, donde se encuentra el único aeropuerto internacional del país. Por el camino se habían hecho famosos por su desmedido uso de la violencia, con la amputación de manos, la abducción de esclavas sexuales y el reclutamiento forzoso de menores como sellos de marca. Ante el baño de sangre que se avecinaba, los helicópteros de los Marines de EE.UU. iniciaron la evacuación de todos los extranjeros de la ciudad en una operación contrarreloj. Fue entonces cuando el gobierno del nuevo presidente, Valentine Strasser, decidió depositar sus esperanzas en una prestigiosa compañía sudafricana, Executive Outcomes (EO).

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Soldados en Sierra Leona | Vanity Fair

El Capitán Strasser había derrocado a Momoh en un golpe de estado en mayo de 1992, apenas tres días después de cumplir la tierna edad de veinticinco. Su necesidad por buscar socios de coalición entre los partidos tradicionales y las altas esferas del ejército paralizaron las operaciones militares durante meses, permitiendo al RUF avanzar hacia el interior desde sus santuarios del este y tomar el control de las minas de DIMINCO. Los rebeldes se hicieron ricos, y con armas nuevas compradas a la Libia de Gaddafi (y la supuesta ayuda de 2.000 ‘voluntarios’ de Burkina Faso) lanzaron su ofensiva general dos años después.

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Valentine Esegragbo Melvin Strasser

Por su parte, EO era la empresa de mercenarios por excelencia. Montada por y para soldados de fortuna, había sido fundada en 1981 por un misterioso Teniente Coronel sudafricano retirado llamado Eeben Barlow. Para mediados de los noventa contaba con un personal de más de 20.000 combatientes y asesores, en su mayoría sudafricanos y namibios veteranos de la guerra de Angola. Disponía además de medio centenar de vehículos blindados e incluso de una pequeña fuerza aérea, formada por aviones y helicópteros adquiridos en la miríada de repúblicas resultantes de la implosión de la URSS. Con tamañas credenciales, EO desembarcó con 3.000 hombres en Freetown, afirmando ofrecer “soluciones africanas a problemas africanos”. En apenas ocho meses recuperó el control de todas las minas, ganando la guerra desde un punto de vista táctico incuestionable, y expulsando al maltrecho RUF a la vecina Liberia. ¿Lo mejor de todo? Los costes de la campaña fueron de apenas 20 millones de dólares (pagados con dinero del FMI) y la cesión de varios derechos de explotación minera.

Soldados de Sierra Leona muestran las armas que, según dicen, formaban parte de un alijo de Executive Outcomes en 1997 | REUTERS

El éxito de la operación fue tal que incluso se pudieron celebrar los primeros comicios democráticos en veinte años, los cuales dieron como vencedor a Ahmad Tejan Kabbah (PPSL), un diplomático de la vieja escuela que había trabajado durante años para Naciones Unidas. Pero las cosas no iban a resultar tan sencillas. Kabbah pronto se vio entre la espada y la pared. Ante las presiones del FMI para reducir gastos y con la situación estabilizada, desmovilizó a casi la mitad del ejército y solicitó a EO que abandonara el país. 

Tomar tal decisión antes de que la ECOMOG (Grupo de Monitorización de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental) desplegara su misión de paz supuso la sentencia de muerte de su gobierno. En mayo de 1997, varios soldados del ejército nacional, descontentos con la reducción de su paga y con el despido de sus camaradas, dieron un nuevo golpe. Tras tomar el control de la mayor parte de Freetown, asaltaron la prisión de Pademba Road, liberando al Mayor John Paul Koromah, detractor de Kabbah. Inmediatamente, Koromah abrió la carretera oriental del país al RUF, a cuyos guerrilleros invitó a avanzar hacia la capital para unirse a un gobierno revolucionario de coalición que no fue reconocido por nadie.

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Rebeldes del RUF | AFP

Con la llegada de los soldados de la ECOMOG, el gobierno rebelde fue obligado a abandonar la ciudad, pero no les resultó difícil cercarla al cabo de unas semanas. A comienzos de 1999, sus tropas entraron a sangre y fuego en Freetown, que hasta entonces había sufrido pocos daños. La acometida tenía un nombre que era en sí una declaración de intenciones: ‘Operation No Living Thing’. No hay duda de que se esmeraron por cumplir con lo anunciado. Durante dos semanas Freetown fue una orgía de ejecuciones y saqueos hasta que los refuerzos de la ECOMOG, con apoyo norteamericano y británico, retomaron el control de la capital, volviendo a instalar a Kabbah en el poder.

Ante el punto muerto al que se había llegado sobre el campo de batalla, sendos bandos acordaron firmar los Acuerdos de Paz de Lomé, en julio de 1999, mediante los cuales se formaba un gobierno de reconciliación que entregaba, para bochorno general, la vicepresidencia y la cartera de minería a Foday Sankoh. Tanto los rebeldes como el ejército nacional serían desarmados para alumbrar unas nuevas fuerzas armadas, en las que a menudo los antiguos enemigos se encontraron compartiendo unidad. Para evitar males mayores, se destinó a cada guarnición a las provincias de origen de sus componentes, donde se esperaba que cumpliesen con el deber de proteger a sus familias y vecinos, olvidando el pasado. Una misión de paz de Naciones Unidas, la UNAMSIL, se encargaría monitorizar la empresa, además de ayudar a reparar infraestructuras y entrenar a profesionales.

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El presidente Tejan Kabbah (derecha) firma el acuerdo de paz de Lomé en 1999 con el líder rebelde Foday Sankoh

Y es que, la implosión del aparato estatal hizo que, entre 1982 y 1995, emigrase la práctica totalidad de los ciudadanos cualificados menores de cincuenta. Las consecuencias del éxodo aún son palpables, y dificultan la reconstrucción de un país que, con una edad media de 19 años, y con el 61% de su población por debajo de los veinticinco, es uno de los más jóvenes del mundo.

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Madre e hijas en Sierra Leona | GlobalGiving

Lomé no trajo la paz plena. Desencantados al no obtener puestos en la nueva administración, algunos comandantes rebeldes se negaron a abandonar la lucha, formando sus propias milicias. La más célebre, sin duda, fue la los ‘West Side Boys’ que, desde su base en las montañas Occra, al oeste de la capital, mantuvo en jaque a las bases de la ONU durante más de un año y consiguió secuestrar a un comando de paracaidistas británicos. Por otro lado, el nombramiento de Sankoh ofendió a numerosos residentes de Freetown, que en mayo de 2000 se manifestaron ante la puerta de la villa donde residía. Sus guardaespaldas abrieron fuego contra la muchedumbre, motivando la intervención de los cascos azules, que arrestaron al exlíder del RUF. A finales de 2001, los rebeldes supervivientes firmaron un nuevo acuerdo de paz, entregando definitivamente las armas.

El 18 de enero de 2002, el presidente Kabbah anunció que la guerra había terminado. Sankoh, en prisión desde el altercado frente a su villa, fue encausado por crímenes de guerra, tráfico de diamantes y crímenes contra la humanidad. Murió en 2003 tras sufrir un infarto.

Desde entonces Sierra Leona ha vivido en una tensa paz en la que PPSL y APC se han repartido casi a partes iguales el control del gobierno, con dos legislaturas para los primeros (2002-2007 y 2018-actualidad) y otras tantas para los segundos (2007-2012 y 2012-2018). Por el camino el país ha sufrido tifones y corrimientos de tierra (2017), inundaciones (2019) y una epidemia de ébola (2014-2016) que se ha cobrado 4.000 vidas.

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Centro de tratamiento contra el ébola en Kailahun (Sierra Leona) | AFP

Como dato positivo, la nueva sociedad parecía haber dejado atrás los horrores del conflicto. Habiendo perdido a 70.000 de sus ciudadanos, y contando con casi tres millones de desplazados (el 37% de su población), Sierra Leona pasó a convertirse en un país políticamente estable y seguro. Sin embargo, desde las pasadas elecciones (2018), la situación se ha deteriorado de manera considerable. Con los resultados más igualados de la historia reciente (51% para el PPSL y 48% para el APC), la división social y regional se ha hecho patente una vez más, con el PPSL consolidando su dominio en las provincias costeras y el APC controlando el interior. 

La clara vinculación de varios sindicatos y organizaciones criminales con un partido u otro ha favorecido el resurgimiento de milicias afines. Como resultado, durante la campaña electoral, la mitad de los asistentes a mítines afirmaron haber sido víctima de agresiones, y los disturbios de cariz político han ido en continuo aumento desde 2019. Al cierre de ese mismo año Sierra Leona constató una caída del 10% en el Índice de Paz Global, volviendo a figurar entre los países africanos más inestables, con unos datos de inseguridad y violencia similares a los de finales de los ochenta.


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