Bañada por las aguas del golfo de Guinea y muy cerca de la línea del Ecuador, emerge en el centro occidental del África subsahariana Guinea Ecuatorial, una nación que respira aliviada por los ingresos procedentes del petróleo, pero cuya población vive asfixiada por la falta de libertad, recursos, infraestructura, efectividad gubernamental y una pobreza que parece aumentar sin límites. Tanto la comunidad internacional como parte del pueblo ecuatoguineano lo tienen bastante claro al momento de señalar a uno de los máximos responsables del desastre político, económico y social que desangra al país desde hace varias décadas. Ese señalamiento se dirige hacia Teodoro Obiang Nguema Mbasogo, presidente del país, quien lleva las riendas de manera ininterrumpida desde 1979, convirtiéndose mundialmente en el jefe de Estado que más tiempo ha tenido el poder hasta la fecha y quien no parece que quiera soltar el timón.

Formado militarmente en Zaragoza (España) a comienzos de los 60 y con estudios de Derecho por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), Obiang vivió su juventud al paraguas de instituciones castrenses nacionales, donde fue ascendiendo año tras año hasta ocupar cargos como el de viceministro de las Fuerzas Armadas o adquirir el rango de teniente coronel. Quizá su destreza, su capacidad intelectual o su habilidad para la diplomacia no fueran características tan importantes en su apoteósica promoción en el gobierno de Guinea Ecuatorial como lo fue el hecho de que el líder político desde el 68 fuera su tío, Francisco Macías Nguema —apodado El Tigre— quien controlaba con puño de hierro este pequeño territorio costero. De hecho, Macías fue el primer presidente postcolonial después de que su país consiguiera la independencia de España en el año 1968.
El nacimiento de la Guinea Ecuatorial independiente de la colonia europea hizo florecer sentimientos de esperanza y júbilo en una población que había logrado, a través de un férreo sentimiento nacionalista (aunque ciertos sectores fueran contrarios a la independencia), que Naciones Unidas presionara al gobierno español para abandonar el territorio. Desgraciadamente, las expectativas puestas en el futuro democrático del país pronto se hallaron entre las garras de El Tigre, quien al momento de conseguir el poder después de los comicios de 1968, mostró a su país las terribles consecuencias de haber depositado su voto y su confianza en él.
El recién electo Macías se encargó de implementar un régimen de auténtico terror, donde la oposición era ferozmente silenciada, las libertades estaban significativamente restringidas y la violencia pasó a formar parte de los rasgos distintivos de la tiranía macista. Es en este contexto donde el sobrino de El Tigre, Teodoro Obiang, apareció en escena de la manera en que muchos líderes surgen cuando su país atraviesa una crisis gubernamental y de estabilidad como la que sufría Guinea Ecuatorial a finales de la década de los 70. Concretamente, en agosto de 1979 Obiang llevó a cabo un golpe de Estado —calificado como Golpe de la Libertad— en contra del régimen de su tío ya que, según muchos expertos afirman, se produjo una de las muchas matanzas que Macías perpetraba en contra de los opositores o disidentes. El matiz estaba en que una de las víctimas era pariente directo del joven Teodoro, quien no pudo contener las ansias de venganza y vio la oportunidad perfecta para utilizar la influencia, que llevaba construyendo desde hacía años con la cúpula militar y social del país, y asestar el golpe final al gobierno de Macías para saciar la ambición de poder que tanto ha marcado a Obiang.
Una vez se puso fin al régimen macista y con el respaldo de la comunidad internacional junto con gran parte de la población ecuatoguineana al ver al nuevo líder como la esperanza que tanto tiempo llevaban buscando, Teodoro Obiang se alzó en 1979 como jefe de Estado del único que país subsahariano que puede presumir de hablar español.
A pesar de que el expresidente Macías fue ejecutado por todos los cargos que se le atribuyeron, el aura dictatorial y represora pareció calar hondo en la personalidad política de su sobrino, puesto que al poco de formar gobierno, Obiang comenzó a dictar órdenes que nada tenían con ver con aspectos como la libertad o la democracia. Más bien todo lo contrario. Las medidas adoptadas desde Malabo, capital del país, estuvieron encaminadas a afianzar el control y el poder sobre el territorio, se produjo un aislamiento de España que ya había iniciado El Tigre debido a múltiples reproches vertidos desde ambos lados del Sáhara, las libertades políticas continuaron limitadas al no producirse una apertura de forma real a la vida democrática, se elaboraron políticas en torno a la figura de Obiang creando un sistema sumamente personalista y de culto, etc. Inclusive, en el 2003 aseguró que, con el objetivo de evitar la corrupción dentro de las instituciones estatales, el Tesoro Público pasaba a quedar bajo su control personal.

Otra de las evidencias que muchos emplean para probar el régimen tiránico y dictatorial de Guinea Ecuatorial son las cinco últimas elecciones presidenciales que Teodoro Obiang ha ganado con abrumadoras mayorías y ante las que se han presentado numerosas denuncias de fraude electoral. De hecho, en el último llamado a las urnas en Guinea Ecuatorial en el 2016 y donde Obiang volvió a ganar con casi el 100% de los votos, provocó que el Servicio Europeo de Acción Exterior lanzara un comunicado en donde afirmaba que se había perdido una oportunidad para democratizar el país.
A pesar de las constantes críticas al gobierno y sus formas antidemocráticas, Obiang ha sobrevivido en el poder sorteando las trabas que la comunidad internacional ha impuesto en varias ocasiones. Incluso ha sido capaz de controlar distintos intentos de golpes de Estado en contra de su régimen. Pero si hay un factor que haya jugado un papel determinante durante la consolidación de su liderazgo, fue el descubrimiento —por parte de empresas privadas estadounidenses— en los años 90 de importantes yacimientos petrolíferos, los cuales han brindado al país una cantidad ingente de ganancias económicas. Además, el hallazgo del oro negro supuso un aumento de la presencia internacional de Guinea Ecuatorial, así como la aceptación de este país de 1 millón 300 mil habitantes en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Aunque como contraparte, el 90% del capital que dispone el país proviene exclusivamente de este volátil recurso.
Este importante impulso financiero no ha tenido un impacto en el nivel de vida del pueblo de Guinea Ecuatorial, al contrario de lo que ha sucedido con la élite política del país, quien ha sido señalada por variadas instituciones públicas y privadas por graves delitos de corrupción. Por ejemplo, en el informe anual que la ONG Transparencia Internacional elabora, Guinea Ecuatorial se posicionó como uno de los 12 estados con los índices de corrupción más altos del mundo. Del mismo modo y tan solo 4 años más tarde, Human Rights Watch hizo una contundente denuncia del lucro desmedido de Obiang y su clan «a expensas de la población guineana». También, y para hacerse una idea de las cantidades de dinero que Obiang ha conseguido amasar durante su gobierno, la prestigiosa revista Forbes incluyó al mandatario ecuatoguineano en la lista de políticos más ricos del mundo. Países como Estados Unidos o Francia han llegado a rastrear las cuentas de la familia Obiang, siendo el primero el que acusaría a Obiang y a los suyos de formar parte de una trama de blanqueo de capitales por valor de 700 millones de dólares. Por su parte, la Justicia francesa confirmó el año pasado la condena al hijo de Obiang por blanqueo de capitales.
Teodoro Obiang, condecorado en 2013 con el Premio Internacional Kim Jong Il de Corea del Norte en 2013, ha hecho de Guinea Ecuatorial un lugar donde vivir de manera digna sea casi misión imposible. Naciones Unidas informó en 2014 que el país se encontraba en el primer puesto de todo África en cuanto a PIB per cápita. Sin embargo, ocupa el puesto 138 de 188 países en el Índice de Desarrollo Humano, que mide el desarrollo social y económico, lo que hace que este país tenga la mayor brecha entre su riqueza per cápita y su índice de desarrollo humano de todo el planeta. Desafíos tan básicos como evitar la desnutrición infantil, garantizar el acceso a agua potable, la educación infantil o la vacunación de los más pequeños frente a enfermedades todavía plantean grandes problemas para el régimen de Obiang que se ha visto incapaz de gestionar el aumento de riqueza que su país ha experimentado en los últimos años.
Una población sumida en la pobreza junto con una gestión gubernamental deficiente, crean el escenario idóneo para las crisis institucionales. El año que viene, en 2022, una nueva pero complicada oportunidad se abre en el horizonte político ecuatoguineano: elecciones presidenciales. Las previsiones que se tienen en cuanto a los resultados no son nada halagüeñas, pero se tendrá que prestar atención a qué es lo que sucede en el gobierno del líder que más tiempo ha estado al frente de un país. El gobierno del líder perpetuo Teodoro Obiang.
