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MOZAMBIQUE: LA YIHAD OLVIDADA EN CABO DELGADO

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El desconocimiento sobre el continente africano es generalizado debido a la escasa proliferación de grandes centros de investigación, think tanks y análisis profundos de un campo de estudio que, tristemente, parece ser secundario en la rama de las Relaciones Internacionales y la geopolítica. África es un continente inmenso, donde el variado crisol de culturas, etnias y estados de diversa índole y confesión se suma a la herencia colonial y a los cambios políticos que frenan en muchos casos el desarrollo pleno de las capacidades de las sociedades y los estados africanos.

Muchos estudios sobre seguridad y defensa, especialmente en materia de antiterrorismo han advertido que se están produciendo cambios en las lógicas del terrorismo yihadista transnacional. La caída del Estado Islámico en Siria e Irak ha provocado que el fundamentalismo islámico migre hacia lugares donde tenga más capacidad de acción, coacción y libertad de movimiento. Al parecer, el yihadismo ha encontrado ese espacio en África, donde el Estado en muchos lugares carece de poder efectivo. Los atentados y las acciones terroristas en el continente africano han dejado un terrible reguero de muerte, siendo el atentado de Mogadiscio el más cruento de los registrados entre 2017 y 2020 con 583 fallecidos, y colocándose como el segundo con más muertes de la historia, solo superado por el de las Torres Gemelas de 2001.

Muchas son los grupos yihadistas que se han asentado en el continente africano y son un grave problema de seguridad para los estados que los sufren. En Nigeria, Boko Haram lleva casi una década en guerra abierta contra el estado; en Somalia, Al-Shabbaab tuvo que replegarse en 2017 de la mayoría de las grandes ciudades que había tomado, pero continúa en control de grandes zonas rurales del país. Desde 2015, Mozambique se ha sumado a la lista de países con insurgencia islamista activa por medio de la organización Ansar al-Sunna la cual se cree que estuviese formada y creada por miembros de Al-Shabbab somalí. El 17 de octubre de 2017, treinta hombres armados entraron y saquearon tres comisarías en la ciudad de Moçimboa da Praia, al norte del país, matando 17 personas. Desde esa fecha, el grupo ha ido incrementando sus ataques a pueblos y ciudades de la provincia de Cabo Delgado con relativo éxito.

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Mapa del conflicto en Mozambique | The Economist

Una de las principales claves de este conflicto es que el Estado mozambiqueño no ha podido combatir de manera efectiva a la insurgencia islamista, especialmente debido a la enorme distancia desde las posiciones fuertes del ejército (situadas, mayoritariamente, cerca de Maputo y las grandes ciudades del centro del país) y Cabo Delgado que, además, colinda con la frontera de Tanzania, haciendo que la frontera sea sumamente porosa. La provincia de Cabo Delgado ha sido tradicionalmente la menos desarrollada del país mozambiqueño y la más castigada durante la guerra de independencia y la guerra civil entre 1977 y 1992. La indiferencia de gran parte de la población en la zona afectada hacia un gobierno que les ha abandonado sistemáticamente ha permitido que los insurgentes se hagan rápidamente con el control de muchas zonas rurales entre Moçimboa da Praia, epicentro del conflicto, y Pemba, otra de las grandes ciudades de Cabo Delgado. A lo anterior se suma el descubrimiento de la bolsa de gas más grande de África frente a las costas de las dos ciudades previamente mencionadas, lo que ha generado al gobierno de Maputo un enorme interés por controlar la zona y explotar los recursos gasísticos.

A raíz del descubrimiento de la bolsa de gas por parte de la compañía estadounidense Total, empresas como ENI, Exxon, British Petroleum, Shell o la CNPC china han comenzado a establecerse en el país para explotar las ingentes cantidades de Gas Natural Líquido (GNL) mediante contratos de miles de millones de dólares estadounidenses. La cantidad de dinero invertido y lo lucrativo de su explotación ha llevado a estas empresas, en ausencia de la posibilidad de verse protegidas por el estado de Mozambique, a contratar a compañías de mercenarios rusos, sudafricanos y chinos como Wagner Group, Dyck Advisory Group, Paramount Group o Frontier Services Group (FSG). La presencia extranjera ha sido una constante desde el inicio del conflicto, incluyendo un envío de helicópteros rusos Mi-17 en 2019 y una acción conjunta entre el gobierno mozambiqueño y tropas mercenarias de Wagner que acabaron expulsando a los insurgentes hacia los bosques.

Los insurgentes yihadistas, autodenominados Ahlu Sunnah Wa-Jamamah (ASWJ), Al-Shabaab o Ansar al-Sunna, llegaron a tomar la ciudad de Moçimboa da Praia en un gran asalto anfibio el 23 de marzo de 2020, pero no fue hasta un mes después que el gobierno de Mozambique admitió que existía insurgencia islamista en su suelo. La ciudad fue reconquistada varias veces por los dos bandos, provocando la salida en masa de más de 300 000 personas que se refugiaron en las ciudades aledañas. El reconocimiento de la existencia de insurgencia permitió la llegada de más tropas extranjeras, como es el caso de las Fuerzas de Defensa Nacional Sudafricana y pequeños contingentes de Zimbabue y Malawi que serían enviados al país a mediados de 2020. En 2021, los insurgentes contratacarían con fuerza, asediando la ciudad de Palma, la cual sería duramente castigada por los terroristas mediante asesinatos de población y saqueos a gran escala. En julio de ese mismo año, la Comunidad de Desarrollo del Sudeste Asiático (SADC por sus siglas en inglés) aprueba el despliegue de una misión militar conocida como Southern African Development Community Mission in Mozambique (SAMIM), al amparo de la cual se desplegarían mil soldados ruandeses en Cabo Delgado y otros tantos tanzanos para retomar la ciudad de Moçimboa da Praia de manos insurgentes, que no caería hasta agosto de 2021.

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Mapa ampliado de Cabo Delgado

Al terrible conflicto y los ataques insurgentes se le sumó en el año 2019 el devastador ciclón Kenneth, que provocó enormes destrozos en Cabo Delgado. El ciclón arruinó grandes extensiones de campos cultivables y afectó duramente las ciudades de Pemba y Palma, quedando muchas casas inhabitables. El ciclón dejó a 168 mil familias afectadas y 45 mil desplazados directos, que se suman a los desplazados por la guerra. La situación del norte de Mozambique es muy preocupante, sobre todo por la escasez de infraestructuras y comunicaciones que, además, están siendo las más perjudicadas tanto por la catástrofe natural como por la insurgencia yihadista. La suma total de los desplazados a día de hoy alcanza más de 800 000, número que va creciendo cada día que el conflicto sigue vigente.

Hasta la fecha, Mozambique sigue en pie de guerra contra una yihad que no reconoció hasta siete años después del inicio del conflicto. Al principio lo que parecía ser un conflicto de carácter nacional ha acabado internacionalizándose, no sólo por medio de la llegada de tropas extranjeras, sino por la intervención de otros grupos terroristas como el Estado Islámico, Al-Shabbab somalí o el Estado Islámico de la Provincia de África Central. Incluso Estados Unidos intervino a favor del gobierno mozambiqueño para recibir apoyos regionales en su lucha contra el fundamentalismo. La Yihad en África parece que va a tener mucha más libertad de movimiento que en Oriente Medio debido a la especial situación de seguridad que viven muchos países del continente. Un conflicto más que va a quedar enquistado en una guerra de desgaste contra los estados legítimos, y que parece quedar relegada a un plano del olvido.

juan-carlos-pastor

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