En junio de 2021, Emmanuel Macron anunciaba el fin de la operación militar Barkhane como resultado del deterioro de las relaciones entre Francia y Mali tras la asunción del gobierno por parte de una junta militar. Este hecho refleja la situación actual de Europa en una región de África que crece cada día en interés para las potencias mundiales debido a la riqueza de sus recursos naturales y en la que está perdiendo capacidad de influencia y presencia tanto militar como económica. El Sahel, se ha convertido en un foco para las miradas de la comunidad internacional no solo debido a lo que económicamente se refiere sino por los eventos político-sociales y de seguridad que allí se han desarrollado en los últimos años. Prácticamente todos los estados que se enmarcan en este entorno han sufrido conflictos civiles en la última década o sendos cambios de gobierno y el avance de los grupos terroristas han convertido a esta región en el punto de mayor concentración del yihadismo del mundo.
La marcha de Francia en un país como Mali, con quien comparte un pasado colonial así como una lengua, nos da una pista sobre cómo podría definirse el futuro escenario del norte y centro de África en el corto y medio plazo. ¿Cuál es la situación actual en esta región? ¿Por qué preocupa a Europa la inestabilidad en estos países? ¿Qué es el grupo Wagner del que se habla en los medios y cómo nos puede demostrar que el alcance del poder ruso llega mucho más allá de sus fronteras inmediatas?
La operación BARKHANE
Después de una década de presencia militar en Mali, las tropas francesas se retiran del país tras la expulsión del embajador francés de Bamako después de que el ministro de exteriores de Macron expresase la inconformidad del gobierno en París ante el retraso de elecciones democráticas. La junta militar que actualmente dirige el país africano como gobierno de transición ha expresado abiertamente, su disconformidad con la presencia occidental en el Sahel.
Aunque cuenta con razones troncales más complejas, la situación de inestabilidad política y social que sufre hoy Mali se remonta al golpe de estado de 2012, acaecido tras la insurrección Tuareg del Movimiento Nacional para la Liberación del Azawad (MNLA), en un momento en el que los grupos terroristas avanzaban por el norte de país ocupando territorios. Fue entonces cuando se puso en marcha la operación Serval por parte del entonces gobierno de Francois Hollande. A raíz del recrudecimiento de la lucha antiterrorista y el aumento de grupos extremistas en el resto de países del Sahel, en agosto de 2014, Serval fue absorbida junto con otras misiones en lo que hasta hoy se ha conocido como operación Barkhane, contando con otros contingentes europeos.

Francia cuenta con una presencia privilegiada en África gracias a su estrecha relación económica, política, militar y diplomática con los países francófonos pero la Unión Europea tiene a la región del Sahel en un punto central de su política común de seguridad y defensa a través de tres misiones principales de apoyo y formación: EUTM (training misión), EUCAP (capacitation) y EUBAM (border administration management). A través de estas misiones que no cuentan implícitamente con un carácter defensivo, la UE consigue defender sus interés de seguridad más allá de sus fronteras.
En España se maneja un concepto conocido como el de la “frontera avanzada”: la idea de que los límites territoriales de un estado no definen el radio total de impacto que los acontecimientos que allí tengan lugar, situándose en este caso dicho límite en el Sahel. La posición geográfica española como “puerta de Europa” nos coloca como la primera línea de defensa ante los posibles problemas de seguridad que surjan desde África. Desde la inmigración al narcotráfico, la piratería o el terrorismo, estas amenazas se perciben desde Europa como importantes dilemas de seguridad. Es del mayor interés para los países de la Unión que se llegue a una situación de estabilidad integral en los países en torno al Sáhara y es por ello que se ha definido esta estrategia de seguridad.

La marcha de las tropas francesas, así como la retirada de parte de las europeas, va a provocar el efecto conocido como “security vacuum”, un vacío de seguridad que luce atractivo para otros actores y potencias internacionales como pueden ser China, cuya presencia en el continente africano merece un artículo en sí misma, y Rusia. Desde diciembre de 2021 el grupo de seguridad privada Wagner tiene presencia en Mali, si bien no es posible afirmar con total certeza que no se encontrasen en el país con anterioridad. Wagner ha firmado un acuerdo con el gobierno en funciones maliense que provee de entrenamiento a las fuerzas armadas y seguridad a los altos cargos y demás figuras de relevancia a cambio de 10,8 millones de $ al mes y acceso a recursos naturales en las minas de metales y materiales preciosos así como yacimientos de gas y petróleo.
CICLO VICIOSO DE LA SEGURIDAD EN EL SAHEL
Condensando un tema que bien merece más páginas, la seguridad, o más bien falta de ella, en el Sahel se define por tres agravantes: condiciones climáticas extremas, estados fallidos o débiles y terrorismo jihadista. Debemos de tener en cuenta el contexto socio-demográfico e histórico de estos países, la herencia del colonialismo, crecimiento poblacional al alza y economías en desarrollo. Las sequías cada vez más longevas y frecuentes, que empeoran aún más si es posible las ya existentes hambrunas, sumadas a un ya difícil acceso a unos recursos controlados por gobiernos que no tienen capacidad para manejar estas situaciones de crisis generan inestabilidad social y situaciones humanitarias críticas. Añadiendo como remate final las diputas territoriales, conflictos étnicos y demás tipos de violencia inter-comunitaria. Todo esto genera un ambiente de descontento social generalizado, propicio para la propagación del que sea posiblemente el mayor problema de seguridad de la región: el extremismo religioso.
El auge del terrorismo en los últimos años es sin duda causa principal de preocupación internacional y razón de la presencia militar europea en la zona. El crecimiento del jihadismo transnacional ha trasladado la principal zona de acción de los mayores grupos terroristas de Oriente Medio a África. Según los datos del Global Terrorism Index 2022, en los cuales se basan este análisis, entre los 10 países con mayor presencia de la violencia terrorista del mundo se encuentran cinco africanos, todos pertenecientes a la región del Sahel: Somalia (3º), Burkina Faso (4º), Nigeria (6º), Mali (7º) y Niger (8º).
A rasgos generales, los gobiernos de estos países, la mayoría de ellos sacudidos por golpes de estado o fuertes crisis políticas, no tienen la capacidad de influencia, operatividad y logística de controlar de manera uniforme todo el territorio, concentrando su poder en las capitales y metrópolis cercanas y dejando a la periferia a merced de otros actores extra-estatales.
Mientras que en África, y más concretamente en el Sahel, el extremismo jihadista no era nada nuevo (véase Boko Haram, banda que lleva sembrando la violencia desde el 2009 en Nigeria) la expansión de los dos grandes abanderados del terrorismo islamista a nivel mundial, ISIS y Al Qaeda, han multiplicado el alcance y número de estos grupos criminales. El autodenominado Estado Islámico cuenta con dos ramas principales en esta zona: Estado Islámico en el Gran Sahara (ISGS) y Estado Islámico de África Occidental (ISWA). Aunque mediante esta ramificación, el EI mantiene una presencia relevante en Burkina Faso y Nigeria, Al Qaeda es más fuerte en esta región, agrupando numerosos grupos menores, tanto de nueva creación como adheridos, consiguiendo propagarse gracias a la porosidad de las fronteras y la falta de control estatal, bajo el abanico de Jama’at Nusrat (JNIM).

Como bien puede observarse en el mapa, el punto caliente es Mali, especialmente la zona norte y noreste del país, desde donde se ha propagado esta oleada terrorista hacia Níger y Burkina Faso. Al Qaeda ha conseguido calar en esta zona aprovechándose de las tensiones comunitarias ya existentes, manipulando y avivando la violencia para más tarde presentarse como la única solución para la paz frente a un gobierno incapaz. Esta multiplicación del terrorismo se ha producido entre otras cosas debido al fenómeno de la “jihadización del vandalismo”: grupos criminales ya existentes recurren a la justificación religiosa para dar sentido a sus objetivos o simplemente recurren a los grandes referentes para ganar proyección, recursos y capacidad de alcance.
La violencia terrorista baila a su propio ritmo y la retirada de entidades militares capaces no solo de hacerles frente, sino de proteger a la población civil, no sirve más que para cumplir con sus objetivos anti-occidentales e incrementar el caos y el dolor.
¿QUIENES SON EL GRUPO WAGNER?
El terrorismo, si bien desde la comodidad de Europa se percibe como una amena segura, vuelca su violencia sobre la población del Sahel, que busca defenderse y acepta toda la ayuda que pueda llegar. La UE no es el único actor internacional presente en el Sahel, y aunque de manera oficial su presencia militar sea menor, Rusia está sabiendo formar parte de los que ocurre en África escondido tras otros medios.
El nombre Wagner ha ganado notoriedad en la prensa internacional en el último año, pero la verdadera naturaleza de lo que hay detrás del mismo se mantiene en el limbo para muchos. El grupo Wagner es la empresa militar privada más prolífica de Rusia. El uso por parte del Kremlin de grupos militares para hacer reales sus objetivos se remonta a los años 90, cuando estos proporcionaron seguridad a empresarios y demás personalidades de importancia rusas en sus viajes al continente africano; pero no fue hasta la guerra de Crimea que el gobierno de Vladimir Putin usó de manera sistemática este tipo de corporaciones en sus campañas militares. Fue precisamente durante este conflicto que nacería Wagner, fundado por un ex-oficial de las fuerzas especiales del Directorio Principal del Alto Estado Mayor de las Fuerzas Armadas rusas subvencionado por el oligarca ruso cercano al kremlin, Yevgeny Prigpzhin.
Mali no es el primer estado del África Subsahariana en el que se tiene constancia de la presencia de Wagner y los analistas aseguran que no funciona como una corporación centralizada sino como un conjunto de conglomerados de seguridad amparados bajo un mismo nombre. Existen pruebas de la presencia del grupo en la República Centroafricana, ligados a los grupos rebeldes, en Libia, denunciados por Naciones Unidas de graves crímenes de lesa humanidad, y en Sudán, acusados de ayudar a sofocar violentamente las protestas contra la dictadura de al-Bashir. La UE ha expresado su preocupación ante la expansión de Wagner y anunció la imposición de sanciones si la actividad de la empresa en Mali se hiciese oficial: “La presencia de los mercenarios de Wagner en Mali es incompatible con la implicación de la Unión en el país (…) el Consejo de Asuntos Exteriores ha discutido la imposición de sanciones sobre personas y entidades (…) incluido Wagner”. Esto pone de manifiesto que la retirada de tropas europeas y francesas no se debe únicamente a la falta de democratización en el país.
Pero la presencia rusa en África no se está produciendo únicamente a través de medios militares sino que Moscú está utilizando su ya habitual táctica híbrida mediante la infiltración en las capas sociales y civiles de estos países para incrementar su influencia también desde abajo: campañas de desinformación y fake news, creación de perfiles y bots pro-rusos en redes sociales, crecimiento de la popularidad de sus medios de comunicación como Sputnik o RT… Gracias a esto, Rusia ha conseguido establecer lazos con movimientos sociales, políticos y estudiantiles. Es llamativo el caso del grupo Yerewolo, conocido por su oposición a la presencia francesa y la operación Barkhane así como las pertenecientes a la UE, cercano al movimiento COPA/BF (Coalition of Patriots of Burkina Faso) con quien trabaja conjuntamente llamando a la participación rusa en los conflictos civiles de ambos estados. En las repetidas manifestaciones de Yerewolo se han visto pancartas con expresiones como “Francia, fuera” y “Larga vida a los rusos”

Aunque la presencia de Wagner, así como de cualquier otra empresa de seguridad privada con vínculos a organismos estatales, debe de ser seguida de cerca y su actividad debe de ser vigilada para velar por los derechos y libertades de la sociedad civil por parte tanto de los gobiernos y autoridades africanas así como internacionales, Wagner no supone en estos momentos un rival sustituto para las tropas occidentales en el continente. El grupo cercano al Kremlin no posee los recursos materiales o humanos ni la capacidad operativa y táctica de los ejércitos convencionales y el historial labrado por sus acciones en los distintos países del Sahel no presenta una lista larga de victorias. En Mozambique han fracasado estrepitosamente en la lucha contra la organización terrorista Al-Shabab, mientras que en Libia no han sido oponentes para el señor de la guerra Khalifa Haftar. Actualmente en Mali existen indicios de la presencia de 1000 tropas de la empresa, mientras que solo de Francia quedan todavía 2.400, tras haberse retirado ya parte de las mismas, más 800 pertenecientes a la operación Takuba.
Todo apunta a que Wagner va a convertirse en un actor más en un tablero heterogéneo y complejo que solo va a aportar más violencia y afectar negativamente a los conflictos ya existentes. Esto no significa que Rusia vaya a cesar su estrategia de poder blando o sus objetivos diplomáticos para ganar la confianza de la sociedad y hacerse útiles para los gobiernos. Aprovechándose de estados débiles y gobernanzas prácticamente inexistentes, así como de una sociedad sacudida por la conflictividad étnica y asediada por la amenaza terrorista, Moscú quiere conseguir acceso a recursos naturales ofreciendo a cambios servicios de seguridad y defensa más avanzados que los autóctonos sin exigencias democráticas de por medio.
Lo que ocurre en el Sahel y el futuro de esta región afectará directamente a la seguridad europea y es clave y de interés que se aporte el apoyo logístico necesario para que sean los propios países de la región los que se desarrollen a sí mismos y construyan una estabilidad compatible con las directrices del derecho internacional.