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¿CÓMO ESTÁ AFECTANDO LA GUERRA DE UCRANIA A ORIENTE MEDIO Y EL NORTE DE ÁFRICA?

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Golpeados por la inseguridad alimentaria, los precios de la energía y el mercado de trabajo, los ciudadanos de Oriente Medio y el Norte de África (MENA) ya sufren el impacto de la guerra en Europa. Se debaten además entre la empatía que sienten por los ucranianos que huyen de sus hogares y las ciudades destruidas por el ejército ruso, y el recuerdo de cómo los mismos países que han desplegado su magnánima solidaridad con los ucranianos miraban para otro lado mientras las mismas armas sembraban el caos y la destrucción en Siria y en Libia hace tan sólo unos años.

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Mapa de Ucrania y la región MENA | WORLD BANK

Mientras tanto, los gobiernos de la región, incluidos los aliados tradicionales de Washington, están cubriendo sus apuestas entre Rusia y el campo occidental liderado por Estados Unidos, jugando con el tiempo para evaluar mejor los impactos de la guerra y aliviar las restricciones que están imponiendo a las ya de por sí frágiles economías y tejidos sociales de la región.

Este silencio diplomático generalizado en la región se entiende en gran medida por la creciente influencia rusa en el ángulo del tablero geopolítico y quedó perfectamente reflejado durante la votación en la Asamblea General de la ONU del 2 de marzo. Un gran número de Estados árabes votó a favor de la resolución que exigía el fin de la invasión rusa de Ucrania y denunciaba la alerta de las fuerzas nucleares rusas. Sin embargo, varios Estados, como la Autoridad Palestina, Argelia, Irán, Irak y Sudán, se abstuvieron, y Siria llegó a votar en contra de la resolución. Si bien la inteligibilidad de este voto puede entenderse siguiendo las respectivas alianzas entre Rusia y Estados Unidos, oscurece las disensiones que existen en el seno de varios Estados y el impacto real de este conflicto en los Estados y sociedades del Oriente Medio árabe e Irán. No obstante, la aceptación de las preferencias políticas de Occidente, como el voto de la Asamblea General de la ONU que condenó la invasión rusa, a menudo se debe a la presión diplomática de Occidente -como en los casos de Egipto y los Emiratos Árabes Unidos- más que a un acuerdo genuino y voluntario. Este conflicto no sólo conlleva fuertes repercusiones económicas, sino que el resultado del mismo podría tener importantes implicaciones geopolíticas para la región, incluyendo la reorganización de las alianzas y el replanteamiento de las rutas de los gasoductos, además de dramáticas consecuencias para sus ya de por sí frágiles contratos sociales.

Esta guerra ha relegado las principales cuestiones de la región MENA a un segundo plano. Ya sea la cuestión iraní y la vuelta al Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA en sus siglas en inglés), las guerras de Yemen o Siria, el conflicto palestino-israelí, la amenaza constante de enfrentamientos entre Irán (apoyados por Hizbolá) e Israel, el denostado colapso del Líbano, los conflictos de Libia o del Sáhara Occidental y consecuentes tensiones entre Marruecos y Argelia, la inestabilidad del Sahel o las tensiones en el Mediterráneo oriental entre Chipre, Grecia y Turquía; todas las potencias occidentales se han girado hacia un único lugar. Y mientras esta visión túnel se sucede; Ucrania, el Mar Negro y Europa del Este copan gabinetes diplomáticos y servicios de inteligencia, otros actores globales como China, y regionales, como Irán, Turquía o Qatar, van sucumbiendo a la tentación de introducir sus peones en la región del Norte de África y Oriente Medio para mejorar sus posiciones. Las crisis siempre han sido concebidas por los avezados como una oportunidad, y ésta es de las grandes.

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Ciudadanos egipcios comprando pan en un mercado | mei.edu

Sin embargo, para todos los países que integran esta región, la guerra de Rusia en Ucrania no es una buena noticia. Oriente Medio depende en gran medida del grano de Ucrania, especialmente países como Líbano y Egipto -mayor importador de grano del mundo-, que dependen de Rusia y Ucrania para sus suministros de trigo (que constituyen el 96% y el 85% de los suministros, respectivamente). Por este motivo, desde que el pasado 9 de marzo las autoridades ucranianas promulgaran la prohibición de todas las exportaciones de grano, no son pocas las capitales árabes que han visto saltar sus alarmas. En cuanto a Rusia, aunque por ahora nadie ha impuesto sanciones a las importaciones de grano ruso, los importadores tienen cada vez más dificultades para comprar grano a este país, debido a las dificultades para transferir fondos a las empresas rusas y asegurar los barcos.

Es destacable también la creciente preocupación por el acceso a la ayuda humanitaria, sobre todo en países ya frágiles. El alza de los costes de reconstrucción, junto con el número creciente de refugiados ucranianos, hacen temer que la ayuda humanitaria -en particular la destinada a emergencias- se desvíe de la Región MENA hacia suelo ucraniano, para hacer frente a las consecuencias del conflicto. Para los millones de palestinos, libaneses, yemeníes, sirios y otras personas que viven en países que sufren conflictos, colapsos económicos de magnitudes catastróficas y crecientes necesidades humanitarias, esto equivaldría a cortar un soporte vital crítico. En este sentido, numerosas organizaciones internacionales han manifestado su preocupación ante la dificultad de conseguir fondos para otras causas que no sean la ucraniana, pues es donde la mayor parte de los nuevos donantes prefieren destinar sus recursos.

Por si esto no fuera lo suficientemente preocupante, a la escasez alimentaria de por sí amenazante, se le suma el aumento de los precios del transporte y de los productos más básicos como consecuencia del incremento del precio del petróleo y del gas. La dependencia de muchos países de esta región del petróleo y el gas importados también suponen un grave problema. Países como Irak, Libia, Israel, Egipto o los Estados árabes del Golfo, podrán sortear esta crisis y la recesión, pero otros como Túnez, Palestina, Líbano, Jordania o Yemen sufrirán sin duda alguna una (otra) fuerte crisis económica.

Y es que, este aumento del coste del petróleo y del gas, además de estar directamente relacionado con la subida del transporte y tendencias inflacionistas, obligará a los países con menos recursos petrolíferos a bajar el tipo de cambio de sus monedas nacionales, lo que probablemente deprimirá aún más los ingresos y causará un empeoramiento adicional a las ya vulnerables condiciones de vida a las que se enfrentan. Sin ánimo de caer en el pesimismo político y social, no es descartable que puedan estallar nuevos disturbios sociales e incluso el reavivamiento de conflictos en la región, como ya ocurriera en el año 2010 y en el posterior crepúsculo de la Primavera Árabe.

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Policías israelíes enfrentándose con palestinos dentro del recinto de la mezquita de Al-Aqsa ,después de que las fuerzas de seguridad entraran en el recinto mientras miles de musulmanes se reunían para rezar durante el mes sagrado del Ramadán, Jerusalén | EFE

Al embargo de productos rusos -que incluye sus exportaciones de petróleo y que han llevado los precios del petróleo a niveles anteriores a agosto de 2014, muy por encima de los 100 dólares el barril), hay que sumarle que la capacidad de producción de otros productores de petróleo también está obstaculizada por diversas razones, por lo que la tendencia es que estos precios sigan al alza durante un tiempo. Probablemente esta sea la evolución más importante desde el punto de vista geopolítico para los países de Oriente Medio. Y lo es en dos esferas bien distintas:

  • Para los países productores de petróleo de la región, ya que se habían visto obligados en los últimos años a adoptar medidas de reforma económica para alejarse de las economías rentistas y de un modelo de Estado de bienestar. Por lo que, cabe pensar que la cuestión para ellos sigue siendo si sus reservas financieras recientemente acumuladas harán retroceder el reloj de la reforma económica en favor de los beneficios políticos a corto plazo, o si se aprenderá la lección de que la reforma económica es una necesidad, independientemente de los precios del petróleo.
  • Para los países importadores de petróleo, puesto que, aunque los elevados precios del petróleo supondrán nuevos riesgos para las ya de por sí nefastas condiciones económicas, algunos de estos problemas se mitigaron en el pasado gracias a las subvenciones que concedieron los países productores de petróleo. No está claro si estas subvenciones se reanudarán, ya que las alianzas políticas han cambiado, sumiendo a algunos países importadores de petróleo, como Jordania, en un mayor riesgo económico.
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El presidente de Rusia, Vladimir Putin, estrecha la mano del príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed bin Salman, durante una reunión al margen de la Cumbre del G20 en Osaka, Japón, el 29 de junio de 2019 | Reuters

En este sentido, ¿Existe alguna ventana de oportunidad para estos países? Quizás teniendo en cuenta que el futuro del suministro de gas y petróleo es crítico, es probable que Europa intente crear suministros alternativos de gas, y ahí resida una ventana de oportunidad para los países del Golfo y del Mediterráneo Oriental. Los países del Golfo se están beneficiando del aumento de los precios del petróleo y están aprovechando esta situación para renegociar su relación estratégica con Estados Unidos y para obtener beneficios políticos en lugares como Yemen. Habría que plantearse si esto impulsará a los países del Mediterráneo Oriental a acelerar algunos acuerdos sobre prometedores suministros de gas con la esperanza de convertirse en un socio clave para Europa en el futuro.

En la otra cara de la moneda, ¿cuáles son los países de la región MENA que más sufrirán las consecuencias de esta guerra? La respuesta es fácil: los países que tienen pocos o ningún recurso en hidrocarburos y que tendrán que comprar el petróleo, la gasolina, el gas y el trigo aún más caros, se verán sin duda perjudicados, sobre todo si están aislados diplomáticamente por su proximidad a Rusia y si, además, ya están penalizados por una población numerosa y una situación económica frágil. Siria, Líbano, Sudán, Jordania, la Autoridad Palestina, Yemen, Túnez y, en menor medida, Egipto e Irak parecen hoy especialmente vulnerables.

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Situación de inseguridad alimentaria aguda en Yemen, enero - mayo 2022 | ipcinfo

En el terreno de lo político, los cambios se van sucediendo a medida que el conflicto se prolonga. La mayor parte de países de la región, algunos sumidos en guerra civil desde hace años, se resisten a tomar partido por alguno de los dos ejes (ruso vs. ucraniano/occidental), y tratan de ganar tiempo a la vez que observan las derivas de esta guerra. Y es que, no hay que subestimar la influencia rusa en toda la región. Sólo los gobiernos de Irán y de Siria, así como Hezbolá en Líbano y los huthis en Yemen, han mostrado abiertamente su simpatía con el gobierno del Kremlin.

Mientras tanto, el cansancio diplomático o la fatiga de los donantes ya han disminuido la atención hacia las distintas crisis en la región, especialmente el conflicto palestino-israelí, la implosión económica libanesa, la creciente amenaza de hambruna en Siria o la catástrofe humanitaria de Yemen. La mala noticia es que es probable que la tendencia de esta desafección por parte de los actores internacionales -más preocupados por los urgentes acontecimientos que se desarrollan en Europa respecto de las crisis en la región MENA- vaya en aumento.

Pero en este baile de alianzas, aún no se ha producido ningún realineamiento significativo. Y si bien hay países como algunos del Golfo o Israel que se están moviendo entre dos aguas -tratando de maximizar sus ganancias en áreas clave de interés- para la mayor parte de países de la región, en especial para Egipto, Arabia Saudí o Emiratos Árabes Unidos, que ya están diversificando sus industrias de defensa y buscando una mayor cooperación con Rusia, las sanciones impuestas a Rusia supondrán un reto de dimensiones épicas.


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